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La "españolada" cinematográfica arranca desde el mismo nacimiento del cine. Una de las primeras “vistas” rodadas por Alexandre Promio en España es la Llegada de la cuadrilla de Mazzantini / Arrivée des toréadors (Alexandre Promio, Catálogo Lumière 259, 1896). Desde entonces cualquier ocasión es buena para engrosar el catálogo con danzas españolas, cosa que harán los hermanos Lumière durante la celebración de la Exposición Universal de 1900 en París y Leon Gaumont con el viaje a España de Alice Guy en 1905. Al tiempo, las propias editoras españolas –Casa Cuesta en Valencia, Iberia Films en Madrid- hacen de los reportajes taurinos su principal fuente de ingresos. No es raro, por tanto, que los hermanos Baños rueden Carmen o la hija del bandido (Ricardo y Ramón de Baños, 1911) y que uno de sus mayores éxitos sea un vehículo para Raquel Meller, nuestra primera actriz internacional, titulado Arlequines de seda y oro (1918-1919). La publicidad proclama que se trata de “una tragicomedia cinematográfica de la vida nacional, en la que se refleja el azul del cielo de España, sus fiestas bizarras y sangrientas, sus hombres guerreros y sus amores trágicos”. Florián Rey hace a todo lo largo de toda su carrera una apasionada defensa de lo español, refrendado con sus películas con Imperio Argentina para Cifesa y para la Hispano-Film-Produktion. Nunca volverá a rendirle los dividendos buscados. En plena debacle posbélica y con los afanosos de imperio ladrándole en los calcañares, hace profesión de fe: “Rechazo la palabra ‘españolada’ aplicada al costumbrismo y al folclore españoles. (…) ‘españolada’ es la España que un extranjero recoge y presenta sin conocerla, sin haberla vivido, sin amarla como la conocemos, la vivimos y la amamos nosotros. Estimo que la apreciación contraria es una injusticia que trae aparejada un gravísimo daño: el hacernos aparecer avergonzados de lo que racialmente debe enorgullecernos para llevarnos a imitar lo que por raciales sentimientos harán , las más de las veces, los extraños mejor de lo que pudiéramos hacerlo nosotros. He ahí los gangsters, los traficantes de cocaína…”. Tampoco se trata de hacer un catálogo de cuanto bandolero, cigarrera o torero poblaron las pantallas españolas, simplemente constatar la existencia de esta veta que se demuestra muy rentable tanto en España como fuera de ella y que propicia la repetición de esquemas. Al fin y al cabo de eso va el taylorismo cinematográfico. Pero política y economía no tienen por qué ir siempre de la mano. En los primeros compases de la posguerra, cuando el Régimen se va olvidando del cine épico y empieza a apoyar las adaptaciones de literatura antañona el editorialista de la revista oficial “Primer Plano” se descuelga con esta andanada contra la ‘españolada’: “No toleramos la vuelta de los gitanos, el retorno de la faca, porque esos gitanos y esas facas son invención más exógena que propia y ya nos han llenado bastante de ridículo y de confusión. (…) Porque representan el peor tipicismo, lo que queremos es que las pantallas se llenen de luz y de color auténticos de España, no mancharlas con esos chafarrinones (sic.). Porque son algo más que tópicos; son enemigos”. A pesar de ello, la ‘españolada’ constituye uno de los filones del cine popular español de los años cuarenta y, sobre todo, de los cincuenta, cuando el triunvirato formado por Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico domina la taquilla. Antonio Molina tomará el relevo en los cincuenta y Manolo Escobar mantendrá encendida la llama en los sesenta, defendiendo las esencias del españolismo frente a la yeyé Conchita Velasco, al tiempo que el bandolerismo volvía por sus fueros desde la pequeña pantalla. El mito de Carmen ha seguido demostrando su vitalidad. Atrás han quedado novicias rebeldes, bandoleros montaraces y toreros hospicianos, pero la 'españolada' ha sabido encontrar nuevos caminos incluso en el globalizador siglo XXI. Bibliografía básica: José Luis Navarrete Cardero: La españolada: Historia de un género cinematográfico. Valdetorres del Jarama, Quiasmo Editorial, 2009.
Fuente: DQVlapeli
Filmografía esencial: Llegada de la cuadrilla de Mazzantini / Arrivée des toréadors (Alexandre Promio, 1896) Carmen o la hija del bandido (Ricardo y Ramón de Baños, 1911) Arlequines de seda y oro (1918-1919) Carceleras (José Buchs, 1922) El bandido de la sierra (Eusebio Fernández Ardavín, 1926) El gato montés (Rosario Pi, 1935) María de la O (Francisco Elías, 1936) Morena Clara (Florián Rey, 1936) Carmen, la de Triana (Florián Rey, 1938) Suspiros de España (Benito Perojo, 1938) Malvaloca (Luis Marquina, 1952) La blanca Paloma (Claudio de la Torre, 1942) Embrujo (Carlos Serrano de Osma, 1946) La Lola se va a los puertos (Juan de Orduña, 1947) Cuentos de La Alhambra (Floriàn Rey, 1950) El sueño de Andalucía / Andalousie (Luis Lucia / Robert Vernay, 1951) Debla, la virgen gitana (Ramón Torrado, 1951) Estrella de Sierra Morena (Ramón Torrado, 1952) Carne de horca (Ladislao Vajda, 1953) Morena Clara (Luis Lucia, 1954) Un caballero andaluz (Luis Lucia, 1954) El pescador de coplas (Antonio del Amo, 1954) La pícara molinera (León Klimovsky, 1955) La gata (Margarita Aleixandre, Rafael M. Torrecilla, 1956) La faraona (René Cardona, 1956) Amanecer en Puerta Oscura (José María Forqué, 1957) El niño de las monjas (Ignacio F. Iquino, 1959) Los guerrilleros (Pedro Luis Ramírez, 1963) Los Tarantos (Francisco Rovira Beleta, 1963) El momento de la verdad / Il momento della verità (Francesco Rosi, 1965) Pero... ¿en qué país vivimos? (José Luis Sáenz de Heredia, 1967) El relicario (Rafael Gil, 1970) La novicia rebelde (Luis Lucia, 1971) Un torero para la historia (José María Zabalza, 1974) La Carmen (Julio Diamante, 1976) Avisa a Curro Jiménez (Rafael Romero Marchent, 1978) Bodas de sangre (Carlos Saura, 1981) Yo soy ésa (Luis Sanz, 1990) Gitano (Manuel Palacios, 2000) Carmen (Vicente Aranda, 2003)