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Carmela, una joven gitana, es recogida en autoestop por un agente mexicano que ha viajado a Andalucía para contratar toreros para la temporada en México. Al darse cuenta de las dotes artísticas de la muchacha convence a don Pablo para lanzarla como nueva estrella del musical en la capital azteca.
GÉNERO: Música
Sueños de oro / El gran espectáculo (Miguel Zacarías, 1957)
Maricruz / Sueños de oro (Miguel Zacarías, 1957)
Miguel Zacarías dirige a Lola Flores en las dos coproducciones con Cesáreo González de 1956: Sueños de oro / El gran espectáculo (1957) y Maricruz / Sueños de oro (1958).
La historia de la primera de ellas arranca en un campamento gitano con el baile alrededor de la hoguera de la temperamental Carmela (Lola Flores). El coqueteo de la mujer con dos hombres provoca una riña entre ellos. Desde el principio, se nos presenta a Carmela como una mujer plenamente consciente de su sexualidad, aunque su vehemencia le impide controlar el atractivo que ejerce sobre los hombres. Zacarías no se para en barras. El generoso escote de Lola Flores acoge en los primeros compases una botella de la que acaba de beber, en una imagen de una simbología tan evidente que causa rubor.
A lo largo del metraje hay un gag recurrente —tampoco exento de fetichismo— sobre la costumbre de Carmela de descalzarse y perder los zapatos de tacón en cualquier parte. Es un rasgo más del personaje pasional encarnado por Lola Flores, que tiene rasgos propios, ajenos a las prestaciones de Paquita de Ronda y Carmen Sevilla. Además, a estas alturas las películas esgrimen un alto grado de autorreferencialidad. La presencia de imponentes haigas y descapotables bicolores en las supuestas carreteras de la Andalucía rural y desmotorizada de aquellos años debió de provocar más de una burla en los cines españoles. No obstante, la operación no pareció descabellada a Cesáreo González en cuanto que le permitía ahorrarse un rodaje transatlántico y porque los espectadores de esta orilla ya estaban acostumbrados al distanciamiento cuasi-brechtiano que practica, por ejemplo, Luis Lucia en la única ocasión en la que realiza la versión española de una opereta de Luis Mariano —El sueño de Andalucía (1951)— o en las dos relecturas de películas de los años treinta en las que dirige a Lola Flores: Morena Clara (1954) y La hermana Alegría (1956).
La autoconsciencia linda con el chiste privado, como cuando Fernando asegura que está a punto de liquidar una deuda contraída “con don Cesáreo” o Carmela alardea de su nuevo vestuario. También atañe a la presencia en el reparto de Carmen Flores, la hermana de Lola, a la que se le otorga el privilegio de cantar “Con un pañuelito blanco”, de Quintero, León y Valerio. Sin embargo, Antonio Badú, que encarna a Fernando, un promotor de espectáculos que lo mismo contrata toreros para la temporada en México que descubre talentos musicales entre la gitanería, no tiene ocasión de lucir sus habilidades canoras como hiciera en ¡Ay, pena, penita, pena! (Miguel Morayta, 1953), la primera película mexicana de Lola.
El caballo blanco que ha de financiar el viaje a México está interpretado por el cómico Eulalio González “Piporro”. Debe el alias al personaje que interpretaba en Ahí vine Martín Corona (Miguel Zacarías, 1952), en la que Zacarías también practicaba el mestizaje hispano-mexicano al resultar emparejado Pedro Infante con la manchega Sara Montiel que, huyendo del malvado que la quiere desposar para quedarse con su herencia, se hace pasar por una artista flamenca llamada Carmen Linares. Varios encuentros y desencuentros con Martín Corona propiciaban el cruce de rancheras mexicanas y coplas andaluzas. En Sueños de oro, debido a uno de esos equívocos que sustentan el metraje de la comedia romántica, su personaje se ofrece como alternativa pragmática al verdadero amor de Fernando. Sin embargo, la propia imagen del comediante lo desautoriza como opción satisfactoria para el final feliz.
Maricruz llega un año después a las pantallas madrileñas donde el doblaje permite obviar que el personaje interpretado por Lola Flores vive en México a consecuencia de la Guerra Civil. Las alusiones a que su padre (de nuevo Florencio Castelló) se pasaba la vida en el Distrito Federal intentando arreglar el mundo en la mesa de un café y a que mientras tanto Maricruz iba por las calles bailando y diciendo la buenaventura, apuntan en esa dirección. Sin embargo, la intriga se resuelve en torno a la tradición. Maricruz y su padre se han salvado de la molicie gracias a que don Fermín (otra vez “Piporro”) les ha dejado a crédito un trozo de tierra que sembrar y un burro. Los galanes son Julio Aldama y Félix González, como el parrandero Felipe y el atormentado músico Ricardo. El primero pretende a Consuelito (Carmen Flores, doblada), la hermana de Ricardo pero en una escena intenta forzar a Maricruz. Ricardo es todo lo contrario, un músico sensible sumido en la depresión porque su padre lo quisiera jinete, mujeriego y aficionado a la botella. O sea, todo lo que es Felipe, que será así aceptado como prometido de Consuelito. Ricardo triunfa gracias a su música y gana el corazón de Maricruz, cuyas fantasías constituyen el núcleo musical de la película.