La lupa (1955)

La lupa (Luis Lucia, 1955)

La mayor parte de la labor como guionista de José Luis Colina, amigo y colaborador de Luis G. Berlanga, se desarrolla a la sombra de un tercer valenciano: Luis Lucia. Junto a él alumbra a lo largo de los años cincuenta una serie de comedias costumbristas, sainetes e, incluso, tragicomedias en las que los prólogos alcanzan categoría de piezas autónomas. Tal es el caso del origen mítico del pueblo gitano en Morena Clara (1954) y el de la historia del cristal de aumento que denominamos lupa en la película que nos ocupa: una serie de viñetas troglodíticas o medievales que dan paso a un apunte sherlockiano en el que se cantan las excelencias del cristal de aumento para la investigación criminal.

Y de este modo, después de cinco minutos de metraje, accedemos por fin a la Agencia de Detectives que, con el nombre de La Lupa, dirigen Felipe (Antonio Riquelme) y don Paco (Valeriano León), con el cine y la novela pulp estadounidense por norte. Claro, que los cuatro casos que se les presentan no pueden ser más castizos: el robo de una imagen sagrada de una iglesia; las sospechas de adulterio que recaen sobre un cazador (Manuel Luna); el noviazgo de la hija de un millonario (Margarita Andrey) con un supuesto cazadotes (Gustavo Rojo); y las visitas nocturnas de unos marcianos a dos ancianas terratenientes (Irene Caba Alba y Margarita Robles). Este último caso, enlazado in extremis con el anterior, permite encuadrar la película, aunque sea parcialmente, en el ciclo de comedias fantásticas que se había prodigado en la década anterior en el cine español.

No obstante, la interpretación desorbitada de Valeriano y Antonio Riquelme predominan sobre el resto de elementos expresivos, incluida la fotografía de Manuel Berenguer, querenciosa de angulaciones bajas, grandes angulares y planificación en profundidad, en abierta contradicción con la transparencia que habitualmente se asocia al género cómico.