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Francisco Paesa negocia con Luis Roldán una operación que les permita disfrutar a él y a su mujer de los mil quinientos millones de pesetas que ha sustraído desde su puesto como director de la Guardia Civil.
GÉNERO: Drama
El hombre de las mil caras (Alberto Rodríguez, 2016)
El hombre de las mil caras, fabula, a partir de la investigación del periodista de El Mundo Manuel Cerdán, sobre el timo de la estampita montado por Francisco Paesa (Eduard Fernández) para engañar "a todo un país". Y para ello recurre a un recurso de alto voltaje político -Juan Alberto Belloch (Luis Callejo), Ministro de Interior y Justicia del último gobierno de Felipe González, es el villano de la función- que queda oscurecido por el auténtico meollo de la película: la amistad traicionada.
Y así, una historia que podría pivotar -y de hecho este es el busilis de su tramo central- alrededor de las vidas paralelas de esos dos grandes estafadores que son -en el relato, la historia no nos incumbe- Paesa y el director de la Guardia Civil, Luis Roldán (Carlos Santos), empieza y termina con la relación entre el primero y el piloto Jesús Camoes (José Coronado). Éste es el único que conoce el intríngulis de la historia y el narrador. Su voz omnipresente en el arranque de la cinta nos da toda clase de datos para que no nos perdamos al situar a Paesa en el organigrama de los servicios secretos españoles, su función subsidiaria a la hora de sobornar a una testigo de los GAL, sus intentos de sacar el cuello del agujero con negocios fabulosos cuando el Estado no le paga por los servicios prestados... Y entonces aparecen Roldán y su mujer (Marta Etura), dispuestos a escapar como sea con los mil quinientos millones de pesetas que él ha estado rapiñando gracias a su cargo. Paesa acepta el encargo. Monta una gran cortina de humo para engañar a unos y a otros. Negocia a dos bandas, intentando sacar tajada de ambas partes. Es en ese momento cuando Alberto Rodríguez muestra el aisalmiento de Paesa y Roldán, sus obligados exilios, la necesidad de confiar en el otro... Pero aquí no cabe la interpretación de Jesús Camoes, que puede contar los tejemanejes pero no la soledad. El espectador se queda huerfano de guía y, paradójicamente, la película eleva el vuelo.
Sin embargo, los guionistas han plantado el truco en el primer acto y ahora no pueden prescindir de él. Todo se vuelve banal en la conclusión, ajeno al conflicto en el que tanto nos había costado entrar. La confianza de Roldán defraudada por Paesa es la misma que los espectadores habíamos depositado en manos del director / guionista, pero él es incapaz de confiar en sus personajes. Seguramente él, o sus productores, han creído que con tanto canalla suelto a lo largo del metraje era imposible simpatizar y han preferido depositar el relato en manos de este segundón, que se siente traicionado. Como nosotros.