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Licenciados del regimiento de caballería en el que han cumplido el servicio militar, Fernando y Simón vuelven a la vida civil. Simón siente una gran pasión por ser bombero. Fernando, que es un tanto sentimental, decide comprar a su caballo Bucéfalo. Pero la gran metrópoli no está preparada para que un hombre viva plácidamente con su caballo.
GÉNERO: Comedia
El último caballo (Edgar Neville, 1950)
En el año en que el Instituto Nacional de Industria llega a un acuerdo con la FIAT italiana para la fabricación de alguno de sus modelos en España con la marca SEAT realiza Neville su película sobre la motorización. Todos sus amigos son autómanos irredentos. Ya lo decía Mihura: lo mejor de la posguerra es que uno aparcaba en la puerta de Chicote sin mayor problema.
El argumento es más o menos según sigue: el regimiento de caballería en el que Fernando Vallejo (Fernando Fernán-Gómez) ha realizado su servicio militar va a ser motorizado. Los caballos irán a parar a las plazas de toros, donde aún se pica sin peto. Ante la terrible suerte que aguarda a su querido Bucéfalo, Fernando gasta en comprarlo los ahorros guardados para casarse con Elvirita (Mary Lamar). En compañía del caballo y de su amigo Simón (José Luis Ozores) regresa a Madrid. Mientras éste retoma su puesto de bombero, Fernando intenta encontrar un lugar donde alojar a Bucéfalo, lo que pronto se demuestra inviable a tenor de la motorización galopante que invade la ciudad. Doña Luisa (Julia Lajos), la madre de Elvirita, deja bien clara la situación: “cuando se gana mucho dinero entonces se puede recoger un caballo de la vía pública y darle una buena educación. Pero en el caso de usted, cuando se gana lo justo para vivir con apuros y se pretende casar con una muchacha como es debido, y que también aporta su pequeño patrimonio, hay que renunciar a ello. No creo que mi hija esté dispuesta a compartir su hogar con un caballo”.
Las argumentaciones codornicescas como ésta abundan en las grandes escenas dialogadas, sobre todo en las protagonizadas por Simón, hombre con vocación de labrador para el que su abuelo tenía otras aspiraciones. Y especialmente en las secuencias en el cuartel de bomberos en las que Simón debe esconder al caballo y, por tanto no puede acudir a apagar un incendio, con el agravante de que en la casa hay un piano de cola (arrojar un piano por la ventana es a lo máximo que puede aspirar un bombero) o en la que intenta justificar ante don Manuel (Manuel Aguilera) la presencia de una boñiga delatora.
Plantado por su novia, Fernando conoce a Isabel (Conchita Montes), una florista que le pone en contacto con un cochero borrachín, el señor Nemesio (Fernando Aguirre), con el que plantea un negocio que serviría para mantener al caballo. El coche de punto sirve de recreo a los turistas. En la parada de Neptuno Neville se permite la humorada de hacer pasar por detrás de los actores… ¡un camello! Nemesio desaparece. Sospechando una borrachera, Fernando e Isabel se acercan a su casa de la Guindalera para descubrir que el caballo ha enfermado y necesita urgentemente penicilina, sólo disponible de estraperlo. Fernando gasta el dinero de la sortija de pedida en el medicamento. Viene entonces una de las elipsis más jugosas de la obra nevilliana: Simón, Isabel y Fernando comentan el estado del enfermo; el veterinario les da pocas esperanzas. Pero el que está postrado es Nemesio, que, ahora sí, al ver curado a Bucéfalo se ha cogido la mundial.
Todavía tendrán que salvar a Bucéfalo de morir en la plaza. Todo culmina en una noche memorable de borrachera en la que paran el tráfico de la Gran Vía al grito de “¡Abajo la motorización, la gasolina y los camiones!”.