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Enrique e Isabel son dos ilusionistas recién casados que deben acudir a un Congreso Internacional de Magia. Pero durante el viaje Isabel desaparece misteriosamente. Carlos, un amigo de Enrique, le ayudará a buscarla.
GÉNERO: Intriga
La mentira tiene cabellos rojos (Antonio Isasi-Isasmendi, 1960)
La mentira tiene cabellos rojos se presenta en el Festival de Cine de San Sebastián y, sin embargo, no llega a los cines hasta septiembre de 1962. Aunque Isasi siente un gran cariño por ella, lo cierto es que desagradó por igual a la crítica y al público. ¿Tendría algo que ver el modelo en que se basaba? Es más que probable.
La cinta arranca con un mago que no se presenta al Concurso Nacional de Ilusionismo. Mientras todo el mundo espera la aparición del conocido financiero y mago aficionado Enrique Solano, un hombre (Arturo Fernández) descarga su revólver contra una espectadora pelirroja con gafas de pasta (Analía Gadé). Suena una sirena de policía. Ante la estupefacción de los asistentes, el hombre localiza una funda de contrabajo con un gran signo de interrogación y mete en su interior a la mujer. Al instante, vuelve a abrir y aparece el instrumento. Una serie de notas musicales pautan la aparición de las gafas y los guantes de la mujer que, finalmente, reaparece en el escenario para saludar junto a su partenaire. Pero las cosas se tuercen desde el mismo momento en que la pareja contrae matrimonio. La dama desaparece ahora de verdad durante un viaje de novios que les conduce a El Escorial, Segovia y otros lugares de indudable atractivo turístico. Juan (Carlos Lloret), un amigo de la pareja, echa una mano al atribulado Enrique para intentar deshacer el entuerto. Ambos siguen incesantemente a Isabel, pero ella se esfuma cada vez que están a punto de alcanzarla.
Hablábamos del modelo… La mentira tiene cabellos rojos es un thriller ligero al modo de Hitchcock, una comedia de suspense en la que hay una mujer a la que seguir, como en Vertigo (De entre los muertos, 1958); y un personaje inexistente al que sin embargo todos han visto, como en North by Northwest (Con la muerte en los talones, 1959); la utilización de un teleobjetivo para seguir a Isabel está calcada de Rear Window (La ventana indiscreta, 1954); el flamenco disecado de una de las escenas finales nos remite al taxidermista de la segunda versión de The Man Who Knew Too Much (El hombre que sabía demasiado, 1956); e, incluso, el motivo del contrabajo nos invita a pensar en el cameo del tío Alfred en Strangers on a Train (Extraños en un tren, 1951).
Argumenta Isasi que cuando concibió su película aún no se había estrenado en España Vertigo. Pero, cuando su cinta llegó por fin a las salas, sí. Dicho esto, la escena que mejor funciona en toda la película, a pesar de algunos apuntes cómicos poco afortunados, es aquélla en la que Enrique y sus acompañantes siguen a Isabel desde un coche por la Gran Vía, igualito que Cary Grant siguiendo a Kim Novak por las calles de San Francisco. Y es que Analía Gadé es una rubia hitchcockiana de tomo y lomo… aunque para la ocasión sea pelirroja.
Circo Méliès