Domingo à tarde (1965)

Domingo à tarde (António de Macedo, 1965)

Si Os verdes anos mostraba a una juventud sin futuro en la Lisboa del desarrollismo, Domingo à tarde dibuja una madurez no menos negra, abocada a la frustración y la muerte.

Recurre para ello a una novela de Fedrnando Namora que el propio director adapta a sus inquietudes. Y escribimos "adapta" porque hay un proceso patente de traslación de los recursos literarios a aquellos propios de la narración cinematográfica: saltos atrás y, sobre todo, adelante en el tiempo, a los que nos predispone una voz en off -la del protagonista- que refleja antes un flujo de conciencia que un anclaje informativo.

Domingo à tarde incorpora además una escena en color en el corazón de un metraje en blanco y negro, rehuye la utilización de música de apoyo y distorsiona la banda sonora hasta producir en extraño efecto fantástico a partir de ruidos, ecos y voces indistintas. Aún hay más, asistimos a una sesión de cine en la que se proyecta una película dentro de la película, de fotografía violenta y tintes buñuelescos, cuyo hermetismo se ve reforzado por la inversión de la banda de diálogos, que al ser reproducidos "marcha atrás" crean un lenguaje incomprensible y extraño.

En este caso -como en tantos otros ejemplos de Nuevos Cines-, el "de qué va" es casi lo de menos... Un doctor (Rui de Carvalho), frío, rígido e introspectivo mantiene una relación con su ayudante (Isabel Ruth), pero el ingreso en el hospital de una paciente (Isabel de Castro) angustiada por su enfermedad rompe el frágil equilibrio de aquella relación rutinaria.

La muerte sobrevuela el relato, que se demora no obstante, en las tareas mecánicas -transfusiones de sangre, radiografías, preparación de un cuerpo para la autopsia- que rodean la cita aplazada. Tan mecánicas y desapasionadas como la vida profesional y sentimental de su protagonista.