Baton Rouge (1988)

Baton Rouge (Rafael Moleón, 1988)

Tras debutar como guionista en Barrios altos (José Luis García Berlanga, 1987) y antes de hacerlo como director en 1995, Agustín Díaz Yanes escribe tres thrillers para Eduardo Campoy. Que el primero de ellos lo dirigiera Rafael Moleón es accidental; Campoy se hace cargo de la producción. Tampoco lo es que el cuarteto protagonista y todos los responsables de los equipos técnicos -fotografía, música, montaje, vestuario...- provengan de los equipos del primer Almodóvar, del que Moleón había sido ayudante de dirección en  La ley del deseo (1987) y del que Díaz Yanes sería auxiliar en Átame (1989). El modelo, en cambio, es foráneo. El guión bebe de las fuentes del neo-noir estadounidense y muy especialemnte del ambiente turbio que han puesto al día Body Heat (Fuego en el cuerpo, Lawrence Kasdan, 1981 y American Gigolo (American Gigolo, Paul Schrader, 1980)... O sea, dos guionistas metidos a directores.

Baton Rouge narra el encuentro entre Isabel Harris (Carmen Maura), una mujer rica, solitaria y víctima de un terror al que no se atreve a poner nombre, y Antonio (Banderas), un chulo de medio pelo con un hermano menor sordomudo (Noel Molina), al que ha prometido un viaje por Estados Unidos que terminará en la desembocadura del río Misisipi, en la ciudad que da título a la cinta. Las pesadillas de Isabel le impiden mantener relaciones sexuales completas, lo que propicia la aparición del tercer vértice del triángulo: Ana (Victoria Abril), una psiquiatra que, con la complicidad de Antonio, urde un plan para asesinar al marido de Isabel y acusarla del asesinato a no ser que se haga efectivo un cheque por ciento cincuenta millones de pesetas que le ha robado Antonio. Si parece que éste vaya a ser el punto de suspensión de incredulidad más difícil de tragar por parte del espectador, el libreto seguirá incorporando giros inesperados a partir de la irrupción del policía que investiga el crimen (Ángel de Andrés López) en los que la trama dictamina el comportamiento de los personajes en lugar de que sean las reacciones de éstos las que vayan pautando el desarrollo argumental.