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Un seductor apellidado Lobo intenta ligar con una abuela y su nieta.
GÉNERO: Comedia,Música
Caperucita y roja (Luis Revenga y Aitor Goiricelaya, 1976)
En 1972, en pleno boom del café-teatro, Aitor Goiricelaya, Fernando Albares y Moncho Aguirre estrenan en King Boite, en los bajos del hotel que había en el número 34 de la Gran Vía con vuelta a la calle Mesonero Romanos, un “cuento musical para mayores” titulado ¿Quién teme al lobo feroz? Erotismo y la sátira social que entonces pudiera admitirse eran los dos ingredientes principales de la obrita, cuyo reparto componían Pedro Pardo, Rosa Albares, Amelia Aparicio y Pilar Bardem. La propuesta debió de parecerle suficientemente atractiva a Luis Revenga, antiguo alumno de la Escuela Oficial de Cinematografía con un par de largometrajes casi invisibles en su haber, que se embarcó en la adaptación con Goiricelaya. Juntos alumbraron un guión al que se le ven las costuras.
Por una parte está el cuento de Perrault pervertido con alusiones procaces y canciones que lo acercan a un cabaret cuyo modelo no está, desde luego, en la república de Weymar. Pilar Bardem retoma el papel de “La Lechuza”, que ya interpretara en el escenario, una vieja vedete venida a menos, que ahora vende tabaco y cerillas a los jóvenes que acuden a un club y acallan sus canciones ajadas con el sonido del juke box. Patxi Andión, como el fugitivo Juan Lobo, y Esperanza Roy, como la abuelita de Caperucita, también cantan, aunque sólo la segunda muestra aptitudes de saber qué está haciendo en una comedia musical. Completan el reparto principal una Victoria Abril debutante en el cine, con su caperuza roja y su minifalda, y May Heatherly, como la madre. En paralelo, se desarrolla la trama del síndico (Sonio), gerifalte de apenas un metro de estatura en esta barriada suburbial –“distrito municipal y extrarradial”, prefiere llamarlo él- que es el pueblecito donde se desarrolla la fábula. Con una fuerza policial cuajada de ineptos –entre ellos, Honorio (Pedro Valentín), el prometido que la madre de Caperucita desea para su hija-, la dueña del prostíbulo como confidente, un cuervo parlanchín en el capó del coche oficial y una rara habilidad para caer en charcos que le cubren hasta la cintura en los momentos más solemnes, el personaje asume en todo momento su condición de caricatura del dictador recién fallecido. Lástima que el guión, el montaje y la elección de Patxi Andión lastren gravemente el resultado final.