Nocturno 29 (1968)

Nocturno 29 (Pere Portabella, 1968)

Una cartela en los créditos iniciales resume los tres aspectos -lúdico, artístico y reivindicativo- que dominan en el primer largometraje de Portabella como director. Reza así: "guión de Joan Brossa y Pere Portabella / diálogos Joan Brossa / traducidos del catalán por Pere Gimferrer". El hecho de que la película tenga escasísimo diálogo, que éste haya sido escrita por el poeta neosurrealista Joan Brossa y que haya debido ser trasladado desde el catalán -lengua prohibida en la expresión cinematográfica- por el también poeta y crítico literario Pere Gimferrer, tiene tanto de guasa dadaísta como de burla a la censura oficial.

En su acepción musical, el "nocturno" es una pieza melancólica de carácter lírico y estructura más o menos abierta, a la cual parece ceñirse Portabella en esta película que se libera de cualquier condicionante narrativo o dramático para dejar que las imágenes fluyan creando asociaciones libres entre una serie de secuencias autónomas. Ninguna de ellas tiene un significado cerrado. La propia materialidad del soporte parece ser el leitmotiv de algunas, a partir de una contrastadísima fotografía en blanco y negro y color de Luis Cuadrado y de la utilización de una banda de sonido asincrónica. A juzgar por los personajes que intervienen en ellas –un pierrot, una perja de hippies- unas son autónomas, en tanto que las protagonizadas por Lucía Bosé y Mario Cabré podrían tener cierta continuidad que, no obstante, resulta elusiva. El motivo de la pareja en crisis de la alta burguesía y la presencia de la actriz remiten al cine de Antonioni y nada de esto escapaba al espectador atento, que era el único al que podía concitar la película. Estos dos personajes mantienen durante un paseo por los alrededores de un club de golf el único diálogo que se escucha en la película. Hay en él referencias a la infancia del protagonista masculino, en una nueva burla del psicologismo que podría dar lugar a una interpretación cerrada.