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Una pandilla de tipos de la alta sociedad y parásitos de la misma se embarca en una timba en la que Juan Valdés acusa a Pardo, un vivalavirgen venezolano, de hacer trampas. En la pelea que se genera a continuación Pardo resulta muerto accidentalmente. Valdés pretende entregarse a la policía pero Ignacio y sus invitados temen el escándalo. Proponen entonces recurrir a un delincuente habitual, Mario, que se hará cargo de de hacer desaparecer el cuerpo.
GÉNERO: Policiaco
Regresa un desconocido (Juan Bosch, 1961)
Regresa un desconocido cuenta con un guión de Juan Bosch y Ángel G. Gauna -ayudante de dirección en A sangre fría- sobre argumento del primero, que también dirige. Tiene todos los elementos propios del filón que nos ocupa: producción de Este Films, rodaje en los estudios de Iquino, fotografía de Aurelio G. Larraya, música de Solá -para la ocasión con una partitura jazzística de influencias latinas-, e interpretaciones de Arturo Fernández, Carlos Mendy, Jorge Rigaud y Luis Induni, todos ellos doblados. Las voces José María Oviés y de Miguel Ángel Valdivieso contribuyen al matiz uniformador de la producción.
Comienza la película con una clásica -por no decir tópica- intriga. Una pandilla de tipos de la alta sociedad y parásitos de la misma se embarca en una timba en la que Juan Valdés (Arturo Fernández) acusa a Pardo, un vivalavirgen venezolano (un sorprendente Osinaga), de hacer trampas. En la pelea que se genera a continuación Pardo resulta muerto accidentalmente. Valdés pretende entregarse a la policía pero Ignacio (Jorge Rigaud) y sus invitados temen el escándalo. Proponen entonces recurrir a un delincuente habitual, Mario (Rafael Navarro), que se hará cargo de hacer desaparecer el cuerpo. Todo ocurre en casa de Laura (Edith Elmay), lo que proporciona la mínima trama amorosa imprescindible en la historia. Pero ahora Valdés debe pagar un alto precio. Después de tres años en la cárcel Ignacio le propone vengarse de Mario. Juan quiere volver a ver a Laura. Este segundo acto es únicamente un ir y venir para el elaborado golpe final: el robo de las joyas y el dinero de una transacción que Mario va a a realizar en un hotel, con la complicidad de Ignacio y de Andrés (Luis Induni), su viejo compañero de prisión. El tiroteo en el sótano del hotel y la última escena en la cabaña de la playa con Andrés malherido son dos de los momentos cumbres del tercer acto. La cabaña de pescadores con las redes en primer término sirven expresivamente a la situación de los personajes, igual que una escena nocturna anterior por callejuelas solitarias con farolas tambaleantes.
Ignacio se confiesa con Juan: “Me asustaba tener que acabar mis días en los barrios bajos, incomprendido, degradado entre entre gente sucia con mentalidad de ratero. Y ahora, sin embargo, temo algo todavía peor: a mis años duele descubrir que lo que hemos ansiado como ideal no es más que un espejismo”. La película finaliza con Juan caminando por la playa hacia la sirena del coche de policía en una imagen sólo empañada por la necesidad de subrayar el camino hacia la regeneración.
El ambiente de alta sociedad y el tono crepuscular dictado por la edad de los personajes, la aleja de los presupuestos veristas de la anterior obra de Bosch, embarcado en paralelo en una serie de películas playeras -El último verano (Juan Bosch, 1961), Bahía de Palma (Juan Bosch, 1962)- que marcan la pauta de futuras interpretaciones de Arturo Fernández.