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Al morir la madre de Santiago, él viaja al pueblo del sur de Inglaterra donde regentaba una casa de citas. Virgen a los cuarenta y cinco años, tendrá que decidir qué hace con la casa y con las cuatro pupilas que allí viven.
GÉNERO: Comedia
Un casto varón español (Jaime de Armiñán, 1973)
Mientras Inés (Esperanza Roy) desvirga en una elegante casa de citas del sur de Inglaterra a un madrileño de cuarenta y tantos años llamado Santiago (José Luis López Vázquez), sus compañeras -la taciturna Verónica (Patty Shepard), la romántica Norma (Mirta Miller) y la desinhibida Esther (Teresa Rabal)- se desnudan y se meten en la cama. Jaime de Armiñán planifica la escena como si de una única mujer se tratara, suturando en raccord de movimiento las acciones que tienen lugar en las distintas habitaciones. Se trata de una solución formal para una idea literaria, muy propia del director, pero también es la ocasión para invocar el voyeurismo del espectador imperante en toda la producción de José Frade.
Un casto varón español es una película demediada. Por una parte busca la continuidad con Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1971); por otra, se inscribe en un ciclo productivo que ha hecho de la represión del macho celtibérico y de la carnalidad de las hembras que se le ofrecen su seña de identidad. La ineludible ambientación foránea -en España no existían oficialmente los burdeles- lima cualquier aspecto satírico. De hecho, la escena que peor funciona es aquélla en la que el celoso Santiago expulsa a los clientes de la casa bajo la amenaza de "que se sepa". Desde el principio hemos visto que el amor mercenario forma parte de la vida cotidiana del pueblo y que sus habitantes no tienen ningún problema en saludar a las muchachas cuando bajan a la villa en su día libre.
Queda el origen del trauma de Santiago: un encuentro no consumado con una prostituta (Mara Goyanes) en el sórdido ambiente de la primera posguerra y un sentido de culpa asociado vagamente en el guión con el catolicismo. Por una vez en la historia de la comedia sexy española, el protagonista resolverá su problema y será capaz -en un final abierto que dice todo lo que se podía decir por entonces- de enfrentarse a la posibilidad de ser feliz... lo que no equivale necesariamente a un final feliz.