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Burguillos, un duende escapado del cuadro de "Los borrachos" de Velázquez, se materializa en Jerez para mediar entre un bodeguero y un científico estadounidense que defiende el carácter nocivo del vino. Como no podía ser de otro modo, termina enamorándose de la linda hija del bodeguero.
GÉNERO: Música,Fantástico
El duende de Jerez (Daniel Mangrané, 1953)
Don Enrique (Miguel Pastor Mata), un bodeguero con un montón de problemas, una úlcera de estómago y una reproducción del cuadro de Velázquez en su despacho, recibe en su casa a un grupo de cosecheros y a los gitanos encargados de divertirlos. El mayordomo (Modesto Cid) no sabe en qué grupo catalogar al profesor Richard Birles (Ángel Jordán), de la Universidad de Massachusetts. Don Enrique ha prestado su colaboración al profesor y ahora éste se dispone a presentar sus conclusiones en un simposio de Bioquímica.
Los borrachos del cuadro de Velázquez parecen burlarse de don Enrique cuando éste se ve obligado a tomarse el medicamento norteamericano para la úlcera en vez de beberse una copita de uno de sus ricos caldos. El bodeguero lanza el brebaje contra el lienzo, lo que provoca la desaparición de Burguillos, el personaje que asoma por encima del hombro de Baco. Ha caído “al otro lado del cuadro”, o sea, detrás de la pantalla. Sale de este espacio vacío para entrar por raccord de acción directo en un Olimpo de musical. En lo alto de una columna está Baco (Enrique Borrás doblado por José María Oviés). Lo rodean Júpiter, Diana, Eolo, Neptuno, Minerva… Los dioses se aburren soberanamente ante un cuadro flamenco.
—De tu país, tengo noticias muy confusas desde hace algún tiempo —asegura Baco—. De allí viene ahora poca gente. Sólo de cuando en cuando alguna compañía folklórica.
—¡¿Cómo?! ¿Aquí también hay folklore? —se sorprende Burguillos.
—¡Folklore! ¿Pero tú qué has creído, hijo, que aquí estamos tan atrasados?
Baco se asemeja más a un diablillo dedicado a incordiar a diestro y siniestro, apuntando la (modestísima) tesis que se convertirá en motivo central de la película: no hay vino malo, sino gente que no sabe beber.
Materializado en Jerez, Burguillos hace algunas travesuras… para eso es un duende. Una partitura de piano juguetona acompaña unos gags bastante ingenuos: Burguillos se ajusta el nudo de la corbata al paso de dos mozos que transportan un espejo; ayuda a un niño a tirar de la campanilla de una puerta para recibir el contenido de una palangana por parte de la dueña, harta de bromas pesadas; se bebe la copita de vino de un anuncio publicitario y un borracho que lo ve corre a imitarlo para toparse con la dura realidad del cartel pegado al muro.
El motor del resto del metraje es el tradicional triángulo en el que la hija del bodeguero (Paquita Rico) tendrá que elegir entre el amor del materialista profesor Birles y el del juguetón Burguillos. Las cartas están marcadas: en la batalla entre lo de aquí y lo de allá no cabe duda de quién lleva las de ganar.