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Lisboa, 1969. Originária da alta burguesia, Marta, de vinte e poucos anos, abandona o marido, em busca de uma condição de vida mais autêntica. Sabe o que repudia, mas sente-se confusa quanto ao que pretende. Hospedeira de terra de uma companhia de aviação, modelo de uma agência de publicidade, acaba por contactar Vítor Lopes, devido a problemas económicos. Trata-se dum contrabandista, que um dia aparece morto. Será culpa de Marta? Afinal, também para ela os dados estão lançados: continua só. ()
GÉNERO: Feminismo,Intriga,Drama
O cerco (António da Cunha Telles, 1970)
Marta (Maria Cabral) sufre el cerco de un marido brutal, de un amante poco propenso al compromiso, de otro que reacciona con una explosión de violencia ante un gatillazo y de un jefe que considera que entre sus funciones está el satisfacer sexualmente a los clientes.
El único que no la trata como un objeto es Vitor (Miguel Franco), un contrabandista que la ha ayudado a vender el coche cuando necesitaba dinero. Porque Marta es una chica burguesa en la Lisboa burguesa post sesentayochista, atenazada por la dictadura salazarista pero abocada al consumo, a la música pop y al boom de la publicidad. Boutiques, clubes, áticos, agencias... son el decorado por el que se cuela una apariencia de modernidad procedente de Londres, Roma o Barcelona. Será por eso que el argumento nos trae a la memoria Io la conoscevo bene (Antonio Pietrangeli, 1965) y la protagonista nos recuerda a Sonia Bruno.
El relato avanza a base de elipsis y silencios. Los sobreentendidos y las medias palabras marcan las relaciones sociales. Tampoco Marta es mucho más explícita, salvo cuando utiliza su propio cuerpo, ya sea para vender una marca de whisky, ya sea para mostrar su solidaridad con un náufrago de un país que se hunde.
Al final se sugiere una leve trama policial: una denuncia cuya víctima sera Vitor. Marta sospecha quien pueda ser el culpable pero en un mundo de apariencias y de silencios cómplices todos somos culpables. Cunha Telles no propone soluciones dramáticas ni tomas de conciencia explícitas de su protagonista. La sitúa una vez más frente al espejo, ante su propia imagen reflejada como otras veces a lo largo de la película, cercada, en esta ocasión, por la cámara.
Película epigonal del Novo Cinema Português, debut en la dirección del que fuera el productor de alguno de los títulos señeros del movimiento, como Os verdes anos (Paulo Rocha, 1963), o Belarmino (Fernando Lopes, 1964), O cerco se presentó en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes donde tuvo una gran acogida que sirvió para volver a poner el cine portugués en el mapa, tras un lustro de profunda crisis.