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Un puente sobre el tiempo (José Luis Merino, 1963)
Javier López Cromwell (Manuel Gil doblado por Jesús Puente) es el hijo de un combatiente muerto durante la Guerra Civil. Él ha hecho su vida en Estados Unidos y ha renunciado a la nacionalidad española para escándalo de Mendoza (Julio Peña), alférez provisional, como su padre. También se escandaliza el abuelo (Antonio Jiménez Escribano) cuando comprueba que el joven no valora el sacrificio que hizo su padre quedándose en España para combatir por sus ideas, en vez de marcharse a América con su mujer. Así queda planteado desde el primer momento el desarraigo del joven periodista que llega a la España de 1961 para escribir una serie de reportajes de contenido anticomunista… aunque no crea demasiado en el asunto.
Orientado por Mendoza y por su amigo Vaquero (Alfredo Mayo), miembros ambos, como su padre, de la Hermandad de Alféreces Provisionales, Javier escucha, lee en la biblioteca y ve en la sala de proyección de No-Do, la versión oficial sobre la Guerra Civil: la proclamación de la República como jarana verbenera, la quema de iglesias, la influencia nefasta de la Unión Soviética… Frente al estado de anarquía en que estaba sumida España, la llamada a la acción de la juventud por parte de José Antonio Primo de Rivera y la insobornabilidad del ejército.
La fotografía de sus padres, contemplada en un álbum en casa del abuelo, propicia el inicio de un tardío flashback que nos retrotrae a los preliminares del golpe militar de 18 de octubre, cuando Mendoza y Pepe López (de nuevo Manuel Gil), llegan por distintos caminos a la academia de Alféreces Provisionales de Sevilla. Ambos están interesados en Susana (Susana Canales), la hermana de un compañero muerto en una escaramuza, pero apenas obtenido el título, entran en combate. Se configura así un argumento en la línea de La fiel infantería (Pedro Lazaga, 1959), con su tanto de bromas cuarteleras salpimentadas con escenas bélicas de moderado alcance espectacular. La rivalidad amorosa se resolverá en un túnel bajo la Ciudad Universitaria, que el enemigo quiere volar. Este tramo constituye el clímax de la película y se adscribe a la iconografía del tebeo de Hazañas Bélicas.
La muerte heroica de su padre es revivida por el joven periodista en la moderna Ciudad Universitaria, pero a pesar de todo ello su espíritu práctico le dice que los recuerdos son sólo eso, recuerdos. La participación de los Alféreces Provisionales en el desfile que celebra el 25 aniversario del Alzamiento convencen por fin a Javier de colocarse en la solapa la estrella de su padre, en tanto que Almudena (Maite Blasco), la hija de Mendoza y Susana, reconoce que ahora sí es digno de su amor.
El círculo se cierra con un mensaje claro: los viejos combatientes no son un grupo de nostálgicos que se reúnen a contarse sus batallitas, sino profesionales veteranos dispuestos en cualquier momento a volver a tomar las armas para luchar contra la anarquía y el comunismo. Todo esto, coincidiendo con los fastos organizados por Manuel Fraga para conmemorar los “25 Años de Paz”, resulta, como poco, paradójico.