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Truhanes (Miguel Hermoso, 1983)
Tras su paso por la Escuela Oficial de Cinematografía Miguel Hermoso forma parte del clandestino Colectivo de Cine de Madrid, junto a Andrés Linares, Tino Calabuig y otros activistas del cine militante. Muchas veces el negativo y las acreditaciones que impedían la detención de los implicados procedían de la cadena alemana ZDF. La nueva situación política le reconduce hacia la realización de spots publicitarios y le permite poner en marcha un guión muy sólido perfilado junto a Manolo Marinero y Luis Ariño, miembros de la denominada Escuela de Argüelles, y a Mario Camus.
La historia narra el proceso de la consolidación de una amistad entre dos individuos disímiles: Gonzalo Millares (Arturo Fernández) es un delicuente de cuello blanco al que sus socios han utilizado como chivo expiatorio en un negocio de tráfico de divisas. Ginés Jiménez Valera (Paco Rabal) es un granuja de medio pelo que ha pasado más tiempo en la cárcel que fuera y que le ofrece su protección. A cambio, Gonzalo le ayudará cuando obtenga la libertad. Pero los amigos de éste le dan de lado y él no tiene el más mínimo interés en relacionarse con delincuentes de baja estofa, así que una vez en libertad cambia de domicilio e intenta situarse en el negocio de las antigüedades. Sin embargo, Ginés no deja de meterle en más problemas de los que ya tiene. El tercer acto lanza la historia en una dirección inesperada, cuando huyendo de una trampa que le han tendido a Gonzalo, él y Ginés viajan a Badalona, donde éste tiene una medio hermana (Lola Flores).
El resultado, producido de modo independiente, obtuvo sendos premios del Círculo de Escritores Cinematográficos y el aplauso de una crítica que supo ver en la cinta una comedia, influida acaso por la italiana, pero que renovaba las tendencias generacionales u ozoristas que proliferaban por entonces. Salvo algunas imprecisiones propiciadas por el doblaje, la cinta mantiene su lozanía siete luestros después de su realización.
El resultado, producido de modo independiente, obtuvo sendos premios del Círculo de Escritores Cinematográficos y el aplauso de una crítica que supo ver en la cinta una comedia, influida acaso por la italiana, pero que renovaba las tendencias generacionales u ozoristas que proliferaban por entonces. Salvo algunas imprecisiones propiciadas por el doblaje, la cinta mantiene su lozanía siete luetros después de su realización. En cambio, el intento de repetir la jugada con un reparto internacional y una trama más sofisticada -Marbella, un golpe de cinco estrellas (Miguel Hermoso, 1985)- resulto fallido, probablemente por el peso que tuviera la producción de José Frade y un guión firmado por Hermoso y Camus con bastante menos enjundia que el anterior.