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Tarjeta de visita (1944)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 28/10/2018

Tarjeta de visita (Antonio de Obregón, 1944)

Posiblemente el argumento y desarrollo de Tarjeta de visita hubiera dado lugar a una entretenida novela psicológica. Desde el punto de vista dramático, que articula habitualmente la narrativa cinematográfica, resulta lamentable de puro torpe.

blog Tarjeta de visitaLa primera mitad de su escaso metraje está ocupada en narrar la deuda que Martín (Rufino Inglés) contrae con José Carlos Mora (Luis García Ortega) cuando éste le salva de morir electrocutado en una mina del protectorado español en el norte África. Lo malo es que esta sencilla acción queda ensuciada con imágenes documentales -excelentes, por otra parte- de los trabajos que allí se realizan y que la acción en sí resulta tan confusa como la relación de los personajes. Hasta que ambos coinciden en la enfermería y en un cabaret no queda clara la naturaleza de la deuda. Da inicio entonces un largo flashback en el que José Carlos rememora su feliz matrimonio con Mabel (Leonor Fábregas) y sus continuas separaciones por los viajes que debe hacer a Madrid. En uno de estos viajes entabla relación con una grafóloga, pero cuando parece que esto va a dar lugar a un desarrollo policial o fantástico, la veta queda de nuevo abandonada y sirve solo de excusa para que José Carlos le entregue la tarjeta de visita titular que -después de una larga peripecia y a modo de flashback incluido en el flashback anterior- más tarde sabremos que ha terminado en el bolso de Blanca (Alicia Romay). Por qué la ha llevado José Carlos a cenar al cabaret Sherezade cuando ella se cuela en su taxi es un misterio que no comprenden ni la policía, ni su mujer, ni el espectador. Pero el mundo se le viene encima cuando estalla el escándalo después de que ella resulte muerta debido a un disparo que se produce fortuitamente, durante una pelea, en el club.

Continúa entonces el relato de José Carlos a su amigo Martín: Mabel le abandonó y se refugió en casa del profesor Jenofonte (Tomás Seseña), un científico despistado dedicado a quién sabe qué investigaciones, que introduce un inesperado contrapunto astracanesco en la narración de tono dramatiquísimo. Bueno, pues en lugar de aclarar las cosas con su mujer, José Carlos recurre a su viejo amigo Germán (Guillermo Marín) para que interceda ante ella. Desde el principio resulta evidente que este nuevo personaje -sutilmente resentido y moralmente tarado en la interpretación que de él hace Marín- está interesado en Mabel y que nada va a hacer para que ella regrese junto a su marido. Éste, despechado, llegó así a África.

Finalizado el flashback arranca una nueva historia focalizada en Martín. Para pagar la deuda que tiene contraída con su nuevo amigo decide visitar al mismo Germán para que le cuente a Mabel que todo fue un error y que José Carlos aún la ama. Cartas sin destinatario, notas absurdas, tarjetas en ramos de flores vienen y van complicando un enredo en el que los dos protagonistas -Mabel y José Carlos- están ausentes. De este modo, discurre la cinta hasta su absurdo desenlace, cuando Martín le da su merecido a Germán y Mabel recibe con los brazos abiertos a su marido.

A pesar de la brillantez de algunas imágenes rodadas en Marruecos y de la corrección de la fotografía en los interiores burgueses en los que discurre la acción, las escenas carecen de la más mínima relación causal, los planos de transición se multiplican y sólo a posteriori nos enteramos de que algunos estaban motivados por proporcionar un dato más significativo que toda la escena anterior, el carácter arbitrario del comportamiento de los personajes queda subrayado por la ausencia total de raccord de miradas en la mayoría de las secuencias y a las carencias de focalización del relato se suma la incomodidad moral de que su corazón resida en una operación de celestineo, por mucho que sea para remachar la virtud de la mujer, separada, pero casada de por vida, y las esencias del sacramento conyugal al modo católico.

Por eso resulta sorprendente comprobar que la crítica expresó en su día toda clase de parabienes a propósito del estreno y que más de cien destacados creadores y personas relevantes de la industria cinematográfica acudieron al banquete que se celebró en el Hotel Ritz en mayo de 1945 como homenaje a Obregón y con motivo del éxito de Tarjeta de visita.

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