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La viudita naviera (Luis Marquina, 1961)
Estrenaron esta "farsa gaditana con comentarios chirigoteros" de José María Pemán en el escenario del teatro Reina Victoria Analia Gadé y el que había sido su marido hasta un par de años antes, Juan Carlos Thorry. Se trataba de una comedia de picardías por cuenta de una viudita que nunca consigue llegar a catar el matrimonio ambientada en el Cádiz finisecular con la guerra de independencia Cuba como fondo. Luis Marquina la adaptó de inmediato al cine, aprovechando las dotes de cantante de Paquita Rico, la donosura para el musical de Lina Canalejas, la comicidad de Mary Santpere y la apostura de Arturo Fernández.
La excusa argumental son los amores nunca consumados de Candelaria (Rico), casada en primera instancia con el capitán Carmelo Pimentel (José Franco) que debe partir hacia Cuba antes de haber podido consumar el matrimonio y nunca vuelve de allí. Fidelidad (Santpere), la hermana de fallecido, y Candelaria se visten de negro, rebautizan el barco con el nombre de "Difunto Carmelo" y le entregan el mando al apuesto Igartúa (Fernández). Aunque éste es un mujeriego empedernido deja incluso de frecuentar el bochinche cubano de la Niña García (Canalejas). Está tan enamorado de la viuda que, para evitar maledicencias, le propone que se casen por poderes. Ella se casará en Cádiz con el indiano Filgueras (Ismael Merlo) y él, al otro lado del océano, con un señor inglés, pero "tan católico como la reina Isabel". Pero, ya, cuando el "Difunto Pimentel" regresaba a España, naufraga. Filgueras ve expedito el camino al tálamo de la bella Candelaria y paga a las chirigotas para que canten que a Igartúa se lo comió una ballena. Pero éste, cual nuevo Jonás, reaparece en Cádiz para asegurarle a Candelaria que esta vez no ha enviudado y que no se puede casar con Filgueras. Fidelidad y ella urden entonces una estratagema que dará por resultado la formación de dos parejas.
La viudita naviera resulta interesante en la ambición de logarar un musical de raíz española que escape del imperio de la copla. Habaneras y fandangos hacen avanzar la acción y sirven a la vez de comentario a la misma, en tanto que la chrigota de Paco de Alba -que ya había intervenido en las representaciones teatrales de la comedia- actúa a modo de coro, ofreciendo una versión burlesca de la tragedia grotesca de la viuda que no consigue consumar nunca sus matromonios.