La Lola dicen que no vive sola (1970)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 04/05/2018

La Lola, dicen que no vive sola (Jaime de Armiñán, 1970)

Mari Lola (Serena Vergano) es una muchacha muy atractiva emigrada desde un pueblo atrasado a Madrid. Su nula formación la aboca a la prostitución, un trabajo que le permite llevar un modesto tren de vida en la ciudad y mantener a su hija al cuidado de la abuela en el campo. Pero cuando la niña se pone enferma, Lola hace un voto ante la Virgen local: no acostarse con un hombre durante un año si la niña sana.

Al regresar a Madrid, Lola se encuentra sin medios de vida y teniendo que pagar los cuantiosos gastos en medicamentos necesarios para que su hija salga adelante. Probará así diversos oficios –cantante en un espectáculo de variedades, chica de alterne en una barra americana…- antes de recurrir al hurto en grandes almacenes y a la venta de sus muebles. Una noche,  en el club donde trabaja su amiga Nelly (Silvia Solar) conoce a don Marcos (Mark Stevens), un empresario que lleva seis años viudo y necesita echar una cana al aire. Lola lo camela, le saca algo de dinero, pero va aplazando el encuentro sexual hasta que no tiene más remedio que confesarle que tiene por delante un año de espera. Su situación económica cada vez es más crítica y don Marcos se ve obligado una y otra vez a seguir adelantando dinero.

Jaime de Armiñán se quejaba de que esta peculiar versión de La mujer y el pelele había marrado su objetivo crítico por el desajuste entres los dos intérpretes principales y los papeles que debían encarnar. Sin embargo, el principal problema de la cinta es la definición de esos mismos personajes y las situaciones elegidas para desarrollarlos. La progresión dramática apenas existe puesto que ninguno de los dos protagonistas se mueve apenas de la casilla de salida, por lo que el final resulta tan precipitado como torpe. Además, hay algunas situaciones de comedia a fuego lento que carecen de cualquier justificación lógica, poniendo al espectador en el brete de intentar buscar una coartada a unos comportamientos que sólo cabrían en un delirio sado-masoquista, cosa que, a todas luces, no se pretende.

Armiñán plantea, no obstante, algunas situaciones interesantes y resuelve otras mediante gags visuales que nos recuerdan a Pierre Etaix: un grupo de hombres arracimados en torno a Lola en el metro para descubrir a renglón seguido que el resto del vagón está desierto, las parejas de amante que brotan literalmente como setas en un paraje desierto en el que don Marcos buscaba un poco de intimidad con la chica, o el estriptis de una maniquí en un escaparate ante el que se queda parado gracias a la tórrida música que acompaña al cambio de ropa…

La sátira de la publicidad y de la cultura del consumo, la crítica a la España profunda y la represión sexual, o los dardos contra el machismo son otros tantos hilos que el guion de Armiñán y el pintor y actor Leo Anchóriz no logran trenzar en la trama del viudo deseoso de abandonar la castidad y la prostituta empeñada en mantenerla.

La censura tuvo seguramente parte en el desaguisado –el mismo título del chotis “La Lola, dicen que no duerme sola” fue alterado por la administración-, pero Armiñán no supo mantenerse fiel a la línea argumental trazada por él mismo.