Hoy no pasamos lista (1948)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 24/08/2018

Hoy no pasamos lista (Raúl Alfonso, 1948)

Desde el rótulo de apertura, Hoy no pasamos lista se postula como un homenaje a los maestros rurales, que "devotos de su profesión y sin regatear sacrificios, llevan la luz e la Cultura hasta los pueblos más apartados de España". No obstante, para evitar suspicacias, la historia se ambienta convenientemente en 1910

La ilusión de don Manuel (Fernando Fernán-Gómez), el maestro, dura bien poco. El tren le deja a ocho kilómetros de Peñascales y sólo cuando lleva caminada la mitad del camino aparece Colás (José Ramón Giner) con su burro en el que cargar los bultos. Además, él constituye todo el comité de recepción oficial porque el alcalde se ha ido de viaje y los concejales están en sus tierras, en una propuesta guionística de hibridación de caciquismo y oportunismo político cara a los sectores falangistas del Régimen.

Don Rafael (Fernando Fernández de Córdoba), el alcalde, pretende que sólo de clase a su hijo, en una paradójica inversión de la igualdad de oportunidades, y cuando don Manuel se muestre refractario a sus propuestas y, a falta de escuela, decida salir con los chicos al campo y explicarles zoología mientras cazan lagartos y geografía con un balón de fútbol, mandará a un propio a que lo asesine. En su lucha cuenta con la ayuda inesperada de Panchón (José María Lado), un cantero y pastor enfrentado desde siempre a los manejos del cacique-munícipe. El pastor tiene una hermana muy bonita y un tanto montaraz, María (Nani Fernández), que no tardará en sentirse atraída por la bonhomía del maestro.

Para completar el cuadro de ignominias del villano, no permite que su hjo ni los de los más pudientes acudan a las ceremonias religiosas, en una pirueta narrativa que tira por la borda cualquier atisbo de verosimilitud histórica. En cambio, don Manuel acude con los arrapiezos al oficio, aduciendo que no hay fútbol para el que no se comporte como un buen católico y que este aspecto es parte consustancial de la educación. También María acudirá, por su influencia, a la iglesia, donde el cura (Rafael Calvo) iniciará su labor de catequesis. El plano en el que se resuelve esta situación -contrapicado con el campanario y un crucero recortándose contra las nubes y el rebaño de ovejas en primer término- constituye la metáfora exacta de esa Arcadia feliz que para el Régimen constituía el agro español.

Sin embargo, presionado por el dinero que el alcalde le ha prestado con usura, Colás le lleva la carta del maestro al Ministerio de Instrucción Pública, donde informaba de la anómala situación. Cuando el hijo de Colás sufra un accidente que podría costarle la vida, don Manuel decide enfrentarse al cacique y construir su propia escuela con la ayuda de Panchón, María y los muchachos. Aprovechando las fiestas, los esbirros de don Rafael intentan dinamitar la construcción y María los descubre. Descalabro. Aplazamiento del enfrentamiento definitivo. Éste tendrá lugar cuando el desprecio que el hijo de don Rafael siente por cualquier norma que no haya sido dictada por su padre le lleva a internarse en la cantera cuando está a punto de estallar un barreno. Es el tercer herido en el último tramo de la película. El pueblo se subleva contra el cacique.

 Hoy no pasamos lista es el precedente (sólo aparentemente) laico de La guerra de Dios (Rafael Gil, 1953). Como el cine de ambientación siciliana de Pietro Germi, busca su inspiración en el western, pero una vez más la presencia tutelar de la iglesia y el arrepentimiento "in extremis" del alcalde desarticulan la lógica dramática y abrazan el folletín. La ceguera del maestro debe ser entendida en dicha clave, aunque también cabría la interpretación metafórica: para asumir esta redención del cacique y asumir que él siga siendo el alcalde es necesario cerrar los ojos y ponerse en manos de Dios, que resuelve todos los problemas que los hombres son incapaces de solventar. En la España arcádica y eterna, la educación y las escuelas rurales serían fruto de la alianza de la jerarquía y el clero. La administración pública no pinta nada.