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Ahí viene Martín Corona (Miguel Zacarías, 1952)
Éste de gitanas y charros es un género transatlántico que conoció gran auge desde mediados de los años cuarenta y que eclosionó en los primeros años cincuenta con el lanzamiento de las emergentes estrellas femeninas españolas –Lola Flores, Carmen Sevilla…- en el cine panhispánico.
Antes de su breve pero sonadísimo paso por Hollywood, la manchega María Antonia Abad se labró, a base de belleza y carisma, un lugar bajo el sol de los focos de los estudios aztecas. Entre sus películas más recordadas de este periodo están las tres en las que compartió cabeza de cartel con Pedro Infante bajo la dirección de Miguel Zacarías. A saber: Necesito dinero, Ahí viene Martín Corona y El enamorado (Vuelve Martín Corona), todas de 1952.
Aunque en la primera de ellas, el ambiente es suburbial -siguiendo el arquetipo marcado por el propio actor mexicano en la trilogía de Pepe, el Toro- el díptico dedicado a Martín Corona hibrida géneros al ubicar algunos elementos de la comedia ranchera en el siglo XIX y utilizar buena parte de la iconografía del western. Contribuye a ello el trabajo fotográfico de Gabriel Figueroa.
El exiliado español Paulino Masip, que ya había catado el filón en Jalisco canta en Sevilla (Fernando de Fuentes, 1949), se hace cargo del guión literario a partir de un argumento original de Álvaro Galves y Fuentes. La “originalidad” tampoco es tanta. La trama presenta a Martín Corona (Pedro Infante) como un justiciero norteño, benefactor de campesinos menesterosos y damas en apuros, que deberá domeñar a la fierecilla sevillana Rosario Medina (Sara Montiel). Ésta, huyendo del malvado que la quiere desposar para quedarse con su herencia, se hace pasar por una artista flamenca llamada Carmen Linares. Varios encuentros y desencuentros propician el cruce de rancheras mexicanas y coplas andaluzas.
Y si Rosario / Carmela va acompañada por un pariente lejano, cobardica y metepatas (Serafín Delgado, inolvidable voz hispana del gato Jinks), a Martín Corona lo escolta el veterano cómico Eulalio González “Piporro”. Será éste, mentor del muchacho a cuyos padres acaba de vengar, el que le explique lo que se aprende en la escuela de la vida y no está en los libros. Los cinco dedos de la mano derecha son los principios por los que se ha de regir un hombre: religión, patria, familia, honor y trabajo. Los cinco de la mano izquierda, las herramientas para mantener dichos principios: la pistola, el caballo, la baraja, la botella y la guitarra.
Con semejantes argumentos, no es raro que la española termine sometiéndose al mexicano. Que las cosas no iban a ser tan fáciles, es el argumento de la continuación, El enamorado, en el que a pesar de la promesa hecha a Rosario cuando se casaron deberá volver a colgarse las pistolas a la cadera para enfrentarse a la banda de Los Coyotes.