Duerme, duerme, mi amor (1975)

Por Felipe Cabrerizo - De qué va ... - 21/12/2013

Duerme, duerme, mi amor (Francisco Regueiro, 1975)

En 1973 Manuel Ruiz-Castillo y Esmeralda Adam escriben un argumento que proponen a un desnortado Regueiro. El director, que ha visto frustrado su camino tanto en el Nuevo Cine Español y como en las cintas de orientación más comercial, ve posible afrontar la realización de esta película, que aparece bajo el título Duerme, duerme, mi amor.

Cuenta la historia de un matrimonio formado por Mario (José Luis López Vázquez) y Amparo (María José Alfonso), en un esperpento sin concesiones, con ribetes de crueldad inusitados y una visión de las relaciones interpersonales –no sólo de pareja- que cae abiertamente en un nihilismo muy próximo a la despojada obra de humorista gráfico de Regueiro. La mixtura de amour fou de cepa surrealista y casticismo queda perfectamente expresada durante los títulos de crédito con la inclusión del himno del gipsy rock Te estoy amando locamente, interpretado por Las Grecas.

El traslado inicial del matrimonio a un bloque del extrarradio madrileño nos muestra las primeras situaciones esperpénticas. Amparo, que “tiene los nervios de punta”, según la gráfica expresión de la portera (Rafaela Aparicio), arroja el inodoro por el balcón. Pero esto no es nada con lo que se encuentra el vecindario. Los mudanceros llegan con todos los bártulos de la familia y los desperdigan por la acera. Los vecinos se acomodan y pasean entre ellos, en una escena que parece sacada directamente de las memorias de Miguel Mihura. Y cuando suben un armario a base de maroma por la ventana, una puerta se abre y dentro hay una señora mayor. Los vecinos, instalados en los muebles repartidos por la calle, mantienen un diálogo de besugos.

Mario llega a su nueva casa con su recién premiado billete de la lotería, pero Amparo se encuentra cada vez peor y tiene arrebatos tremendamente violentos. Su desquiciamiento provoca la frustración sexual de Mario, incapaz de consumar el matrimonio pese a las sospechas de ella: “¿Qué haces cuando me duermo? ¿Qué haces conmigo y con mi cuerpo?”. Mario, desesperado, llega a pensar en acuchillarla, pero finalmente encuentra una solución mejor para calmarla: suministrarle un somnífero. Él encuentra por fin la paz (“si pudieras estar siempre así… dormida eres una santa”, le susurra al oído en cuando cae en los brazos de Morfeo), y decide alimentar a diario a Amparo con un biberón en el que le mezcla la comida y unas gotas de calmantes.

Mientras Mario piensa en la posibilidad de dejar el cadáver de Amparo en un cubo de basura para que sea devorado por la trituradora, sus días transcurren con su mujer siempre dormida, rodeado por un suicida aplazado (Manuel Alexandre), por su suegra que intenta irse a vivir con ellos al piso nuevo y al recibir la negativa de Mario intenta matarse chupando el tubo del butano, y por sus dos nuevas vecinas. A la primera, Maite (Laly Soldevila), una prostituta a la que no le funciona bien la cabeza, la ha conocido en el descansillo de la escalera vestida de novia, como La bella Dorotea de Mihura. La segunda, Encarna (Lina Canalejas), es una costurera viuda de la que se enamorará perdidamente.

La cinta se desarrolla entre citas buñuelescas (en especial las referentes a las hormigas que han invadido la casa que ocupaba anteriormente la pareja), continuas a lo largo de todo el metraje, y una pequeña aparición de Regueiro como oficiante.