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Una mujer empuja a su amante a tener un hijo con otra mujer más joven y así poder criarlo ella.
GÉNERO: Adaptación Literaria,Drama,Erotismo
Acto de posesión (Javier Aguirre, 1977)
Dos madres conforma con Nada menos que todo un hombre y El marqués de Lumbría el volumen de Novelas ejemplares que Miguel de Unamuno publicó reunidas en 1920. En el prólogo, el autor cita a Cervantes para recalcar que dicha ejemplaridad no es nunca moral, sino estética, puesto que sirve al solaz y esparcimiento del lector. Dos madres se articula a modo de breves narraciones que abren cada capítulo para adoptar luego la forma de un diálogo con formulación teatral entre los personajes implicados en cada episodio. Desarrolla así la historia tremebunda de la viuda Raquel, estéril y capaz de lo que sea con tal de tener un hijo. Por eso empuja a Juan, su amante, a casarse con Berta, una joven fértil que pueda proporcionárselo. Juan es el típico agonista unamuniano, zarandeado por la férrea voluntad de los demás e incapaz de tomar una decisión por sí mismo. El final de la historia supondrá su desaparición y el enfrentamiento de las dos mujeres por el hijo... en este caso, una niña.
Resulta curioso que, a falta de adaptaciones españolas de la obra de Unamuno -salvo las gloriosas excepciones de Abel Sánchez (Carlos Serrano de Osma, 1947) y La tía Tula (Miguel Picazo, 1964)-, la década de los setenta conozca la versión de Rafael Gil de Nada menos que todo un hombre en 1972, la de José Jara de Niebla en 1977 y ésta de Javier Aguirre de Dos madres. Patxi Andión asume el papel de pelele inseminador, la mexicana Isela Vega el de la viuda yerma y la dulce Amparo Muñoz el de la joven enamorada, ajena por completo a la trama que se está urdiendo alrededor de su vientre. Unamuno no sitúa el relato en una época concreta y Javier Aguirre aprovecha para traérsela al presente y multiplicar los desnudos de las dos protagonistas y de Carmen Platero en el papel de una prostituta. Más allá de esta actualización coyuntural, el cambio radical en la adaptación se produce en el último acto. Mientras en la novela el hombre muere una vez cumplida su función reproductora, en la película descubre una trama criminal que deriva en tragedia. El final resulta, desde luego, más eficaz desde el punto de vista dramático -la novela termina vertiginosamente, igual que ha empezado-, pero resulta bastante reductor con respecto a la obra que adapta. Aguirre lo resuelve mejor en la primera mitad del metraje, cuando lo que el protagonista masculino debe confrontar son los cuerpos de las dos mujeres. Un montaje paralelo de ambas caminando por la calle sirve así, mejor que los diálogos expositivos de las dos o tres primeras secuencias, para trasladar al espectador las relaciones de poder que constituyen el subtexto de la película, como su título indica.