El satánico (1968)

El satánico (José Díaz Morales, 1968)

Jorge García Besné vuelve a jugar a la deslocalización, como ya hiciera con las primeras películas de Santo, el enmascarado de plata, rodadas en Cuba. En esta ocasión el país elegido como escenario exótico y facilitador de alojamiento hotelero gratuito (o casi) es Puerto Rico y la empresa que sirve de plataforma local la desconocida Películas Portorriqueñas. También son de la isla dos de sus protagonistas: Miguel Ángel Álvarez en el papel de Roberto, el cómplice de Tony ("el enano Santanón"); y Gladys Rodríguez en el de Alicia, la muchacha ciega a la que el diminuto delincuente paga la operación para que recupere la vista, a pesar de que ello supondrá el develamiento de su deformidad y el fin del amor platónico que los ha unido. El otro amor, el carnal, está representado por la prostituta y stripteuse Norma (la argentina Libertad Leblanc). En un inopinado flashback que tiene lugar cuando ya han pasado dos terceras partes del metraje nos enteraremos de la llegada de Tony al cabaret/burdel en busca de trabajo, la seducción a la que lo somete norma y el ascenso de él -y no es un chiste fácil- en el mundo del music hall, lo que le permite abrir su propio cabaret/tablao flamenco que sirve de tapadera a sus planes criminales. Porque ya Roberto ha convencido a Tony de que el único modo de que Norma sea únicamente suya es a base de dinero a manos llenas. Por eso la cinta se abre y se cierra con sendos robos de joyas: atracos perfectos en los que la pequeña estatura de Tony le sirve para pasar por un niño o esconderse en una maleta y cometer los robos sin dejar ninguna pista. Así que, aunque el argumento esté firmado por el montador de sonido Raúl Portillo Gavito, las referencias son netamente browningianas: The Unholy Three (El trío fantástico, Tod Browning, 1925) y Freaks (La parada de los monstruos, Tod Browning, 1932). Sumémosle, en todo caso, They Drive by Night (La pasión ciega, Raoul Walsh, 1940) para la subtrama del gánster enamorado del la cieguecita y la puesta al día de los ambientes cabaretiles que Díaz Morales ya había frecuentado dos décadas atrás de la mano de los hermanos Calderón.

Digamos en descargo de este último y del cubano expatriado Orlando Jiménez Leal, que firma la fotografía, que la posición de la cámara a la altura del suelo favorece en la mayoría de las ocasiones el punto de vista del protagonista que, aunque figure en tercer lugar en los créditos es el diminuto Santanón, curtido en películas infantiles -embutido en un disfraz de zorrillo y doblado, eso sí- y como personaje episódico en algunas cintas de luchadores. Hasta donde se nos alcanza, ésta es la primera vez en que tiene protagonismo absoluto y el argumento gira alrededor de su tragedia de niño maltratado por su padre y adulto humillado por quienes se aprovechan de él. No obstante, la redención será imposible y el final resulta tan trágico y grotesco como lo ha sido su vida.