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Un hombre con un crimen en su pasado siente una pasión irrefrenable por la hija del hombre cuya muerte provocó.
GÉNERO: Drama,Intriga
Torturados (Antonio Mas-Guindal, 1950)
Probablemente sea debido a la acción de la censura, pero el argumento de Torturados resulta inextricable. Habría que trazar un árbol genealógico de lazos de sangre, traición y deseo para conseguir desentrañar las fintas que Antonio Mas-Guindal hubo de realizar para ver aprobado un guión basado en el mito de Electra, pero en el que todo queda sujeto al diálogo. En este repercuten una y otra vez las palabras "odio", "amor", "muerte", "crimen" y un plazo omnipresente: diez años. Diez años hace que falta de la idílica villa costera de un lugar indeterminado de Europa el hijo del doctor Barnés, Pablo (Ramón Bonada). Diez años en los que Marta (Cándida Losada) lleva alimentando el odio de Diana (Miriam Day) hacia su madrastra, Elena (Porfiria Sanchiz). Diez años en los que ésta y Raúl (Virgilio Teixeira) llevan fermentando una pasión destructiva que se forjó en el crimen y la ambición. Diez años en los que Diana se ha convertido en una mujer dispuesta a seducir a Raúl para satisfacer la venganza por el asesinato de su padre y para descubrir que el amor que de niña sentía por Pablo sigue intacto. Diez años, en fin, en los que el doctor Barnés (Emilio Alonso) ha amado en secreto a Elena y cuidado su corazón enfermo.
Realizada en 1950, un año en el que el cine español declina un buen número de variantes del cine policial y criminal, Torturados se sitúa a la sombra de Rebecca (Rebeca, Alfred Hitchcock, 1940) y de los melodramas de Bette Davis dirigidos por William Wyler, como The Letter (La carta, 1940) o The Little Foxes (La loba, 1941), para culminar en un clímax netamente noir. Mas-Guindal juega, en su única realización, con los puntos de vista para incrementar el suspense de algunas escenas -la del envenenamiento de Elena por parte de Raúl se lleva la palma en este aspecto- y con una planificación por momentos imaginativa que busca compensar visualmente la carga literaria de los diálogos. Precisamente por eso brilla con luz propia la escena de Pablo y Diana en la playa, libre de estas constricciones y en la que lo único que parece importar es la mera presencia de dos cuerpos jóvenes y, en concreto, antes el del atlético Ramón Bonada que el de la cuellicorta Miriam Day, hermana de Claretta Petacci y presencia habitual en el cine español de este periodo. El protagonismo de Virgilio Teixeira y la oportunidad de dirigir para Mas-Guindal nos sitúan en la órbita de Juan de Orduña, aunque la producción corresponde a Ares Films, compañía de alicorto vuelo que había intervenido también en la producción de Vendaval (Juan de Orduña, 1950). El director debutante no vuelve a reincidir en la realización y el éxito de El último cuplé (Juan de Orduña, 1957) marca el resto de su carrera como guionista que se va apagando a principios de la década de los sesenta.
Torturados se estrena en Madrid en agosto de 1952, en programa doble con una cinta mexicana y en un cine de la calle Fuencarral, así que sus posibilidades de llegar al público o a la crítica fueron prácticamente nulas.