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Un escritor fracasado apuesta su vida en una timba en Casablanca.
GÉNERO: Intriga
Juego sucio en Panamá (Tulio Demicheli, 1975) / Juego sucio en Casablanca (Jesús Franco, 1985)
Desde que Dean Lewis (Chris Robinson), un novelista de éxito, conoció a Shirley (Teresa Gimpera), la acaudalada heredera de la naviera Brewster, no ha vuelto a sentarse ante la máquina de escribir. Su bloqueo le lleva a intentar el suicidio. Así es como decide acompañar a Jill (Pilar Velázquez) a una timba organizada por el peligrosísimo Papa Joe (Mickey Rooney). El juego temerario de Dean le hace ganar doscientos mil dólares, pero su pulsión suicida y la borrachera le llevan a sortear los ases de la baraja y a decirle a Papa Joe que le entregue ese dinero a quien le haya tocado el as de corazones, si es que consigue asesinarle antes de una semana. A la mañana siguiente, cuando quiere echarse atrás, se da cuenta de que el juego ya está en marcha. Con la ayuda de Jill, Dean intentará detener a su asesino. Uno a uno, los jugadores van cayendo... Freddy (Carlos Ballesteros) es el más peligroso de todos ellos, pero, ¿no será Jill quien tenga el as de corazones? Pese a lo enrevesado de la premisa, el argumento es de una sencillez manifiesta -tanto o más que las caricaturas que pasan por personajes-, así que Tulio Demicheli se dedica a potenciar la puesta en escena y el montaje, primando las escenas de acción sobre la intriga. Es su mejor baza. Por eso, la pirueta argumental final resulta tan supreflua como alambicada.
Nada se puede añadir a la narración de este argumento al reseñar Juego sucio en Casablanca porque Jesús Franco toma -compra o pide prestado- el guión a Santiago Moncada y no le cambia ni una coma del diálogo ni de la estructura secuencial. El nuevo reparto y el traslado de la acción a Casablanca -una vez más, la Costa del Sol con algún inserto melillense- son las únicas alteraciones, salvo por la puesta en escena y la abundancia de desnudos femeninos. Como otras producciones de Manacoa Films de estos años, se trata de una realización algo desaliñada -localizaciones pobretonas, zooms que que van y vienen al y del vacío- en la que de tanto en tanto brilla una idea de puesta en escena.