Safo, historia de una pasión (1943)

Safo, historia de una pasión (Carlos Hugo Christensesn, 1943)

Una cartela al principio de la cinta presenta la justificación moral de tamaña inmoralidad: Daudet habría escrito la obra adaptada para que sus propios hijos extrajeran de ella una lección y evitaran los extravíos de la pasión. La jugada de la productora Lumitón y uno de sus principales realizadores, Carlos Hugo Christensen, fue redonda porque la censura argentina –en manos de la iglesia- prohibió por primera vez la entrada al cine a menores de dieciséis años para ver una película nacional y, en consecuencia, el éxito de taquilla supuso un auténtico fenómeno.

El argumento sigue la peripecia del joven provinciano Raúl Salcedo (Roberto Escalada) deslumbrando por un Buenos Aires que parece París. Apenas llegado a la capital, dos mujeres se cruzan en su camino: Irene (Mirtha Legrand) es la joven ingenua, dulce hasta el empalago, destinada al matrimonio; Selva (Mecha Ortiz) , en cambio, es la mujer experimentada, depredadora de hombres, amante de poetas y escultores... A pesar de que Raúl intenta escapar de la atracción de la segunda, es como una mosca en una telaraña que Christensen utiliza como motivo simbólico repetidamente. No menos valor alegórico tiene la estatua de Safo, un desnudo que es prueba y reproche permanente de su liviandad. Ambas relaciones tiene también su correspondencia en la contraposición campo-ciudad, la luz y la oscuridad, los encuadres estables y oblicuos, los movimientos de cámara violentos… Christensen pone todo el arsenal de medios a su disposición para contar la trágica historia de un hombre consumido por la pasión.

María Félix protagonizó una nueva versión de esta misma historia en México, bajo la dirección de Luis Alcoriza.