Chely (1977)

Chely (Ramón Fernández, 1977)

Paco (Pedro Mari Sánchez), Tato (José Maya), Curri (Ignacio Campos) y Asun (Josele Román) se dedican a robar coches y a desvalijar a hombres mayores que ceden a la tentación de la belleza de Pepi (Nadiuska). La idea argumental del comediógrafo Juanjo Alonso Millán parece inspirada por la campaña de lanzamiento de Nadiuska, que insistía en su parecido con Sophia Loren. Acaso por ello el punto de patida es el mismo que el de Peccato che sia una canaglia (La ladrona, su padre y el taxista, Alessandro Blasetti, 1953), o sea, la de la guapa-gancho cuyo atractivo sirve a objetivos criminales que las víctimas no se atreven a denunciar so pena de quedar en evidencia ante la sociedad.

Al tiempo que se incorporan a la trama algunos emblemas del "cine quinqui", se ofrece el contrapunto de la menor (Beatriz Elorrieta) cuya tutela se encomienda a un reformatorio cuando es detenida por consumo de drogas justo en el momento en que su padre (Fernando Fernán-Gómez) sale de la cárcel después de haber cumplido una condena de quince años. Para tenerlo entretenido, pagan a Blanca (Mary Paz Pondal) para que pase la noche con él. El profesor encarnado por Fernán-Gómez, acusado injustamente, sirve así de enganche al espectador burgués y permite mostrar que los chicos en el fondo tienen un corazón de oro. Con la colaboración de un perista apodado El Moro (Antonio Gamero) liberan del reformatorio a Rosa y de acuerdo con la mantenida de un ricacho (Isabel Luque) de provincias organizan un robo de joyas con el que financiar su salida de España.

Desnudos de todas las actrices, escenas vergonzantes de "bondage" y otros aprovechamientos del cuerpo femenino jalonan el metraje hasta el melodramático final.