Un americano en Toledo (1957)

Un americano en Toledo (José Luis Monter y Carlos Arévalo, 1957)

Como buena parte de la producción de Sergio Newman y la actriz y productora Silvia Morgan con su marca Hispamer, Un americano en Toledo resulta un campo minado para quien intente establecer una ficha razonada. Aunque no se estrena en Barcelona hasta octubre de 1960, en Madrid un mes más tarde y en Sevilla en junio de 1961, el rodaje en exteriores ha tenido lugar durante el mes de julio de 1957 y es este año el que consta en los títulos de crédito como fecha de realización y de percepción del crédito sindical. Invitaba a la sospecha del estreno tardío el hecho de que la película esté rodada en Agfacolor, un procedimiento absolutamente desbancado por el Eastmancolor antes de que finalice la década de los cincuenta.

En cuanto a los créditos, no se quedan atrás en cripticismo. La película parte de un argumento y libreto de Jaime G. Herranz, cuyo guión técnico elaboran José Luis Monter y el italiano Sergio Corbucci. Éste había dirigido la anterior producción de Hispamer: Ángeles sin cielo / Gioventù perduta (1956). Corbucci figura también, en un crédito compartido con el escenógrafo Tedy Villaba y el compositor Augusto Algueró, como "supervisión de realización". Monter aperec en la última cartela como director, pero en la penúltima aparece también en solitario Carlos Arévalo -muy ligado a la carrera de Silvia Morgan- como "co-director". En fin, muchas manos para una producción modesta que en 1960 sonaba no ya ajada, sino un poquito rancia. El tema del enfrentamiento entre la modernidad y el progreso representados por los estadounidenses y la tradición localizada en la imperial Toledo del Greco, se concretan en una única situación a la que se confía la condición de detonante de las situaciones cómicas.

Arthur Peck (el francés Georges Rivière) es un profesor de filología que imparte clases de español en Toledo (Ohio). Como sólo habla ladino -el judeoespañol del siglo XV- ha decidido ponerse al día comprando, a su paso por Constantinopla, una casa en el Toledo español a un descendiente de uno de aquellos judíos expulsados que es tradición que guardan la llave de su antiguo hogar en la judería. Es la cosa que la casa en la que se cuela vive María (Silvia Morgan), una pintora, hija de una familia venida a menos. Lo único que conserva de la fortuna familiar es un criado llamado Román (José Isbert), con la misma hambre y criterio moral que cualquier pícaro del Siglo de Oro. Una y otra vez el extraño se cuela en la casa y pretende introducir en ella cuanto adelanto trae la civilización: una olla a presión, una radio, un frigorífico... Porque así lo quiere el guionista, Román se ve obligado a disfrazarse de camarera y Arthur de "caballero de la mano en el pecho". Y así, burla burlando, discurre el metraje de esta anodina comedia romántica, cuyo final conocemos desde el primer encuentro de la pareja. A pesar de que Arthur olvida el ladino tan pronto el chascarrillo empieza a volverse pesado, el tópico sefardí es lo único destacable de esta cinta, que abona la especie de que Hispamer se financiaba gracias a opacos capitales judíos.