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Un hombre chantajea a su ex-novia, pero cuando ella va a recuperar el pendiente que ha perdido en su casa, se lo encuentra asesinado.
GÉNERO: Intriga
El pendiente (León Klimovsky, 1951)
El pendiente es una historia de intriga basada en el cuento The Earring, de William Irish, en un momento en el que varios de sus relatos son adaptados en Argentina, Al material original, de puro suspense, el guión añade capas de melodrama que sirven para iluminar la felicidad del matrimonio Vélez. El largo flashback que constituye el cuerpo central de la película sitúa hacia el minuto veintitantos la llamada fatal que, desde el primer momento, sabemos que va a llegar. Hace falta una actriz como Mirtha Legrand -con sus rostro perfecto- para creer la ingenuidad de sus primeros movimientos. A pesar de estar más o menos comprometida con Roberto Vélez (José Cibrián), Hilda comienza un idilio en un hotel de montaña con el atractivo pero siniestro Luciano Varela (Francisco de Paula). Y sólo ella puede dedicarle unas cartas de amor apasionado antes de descubrir que es un canalla y romper con él sin advertir que esas cartas van a dar un vuelco a su vida justo cuando más feliz sea. Hilda se casa con Roberto, viven en la opulencia y la unión queda bendecida por la llegada de un hijo... La fatalidad se ceba entonces en ellos. El hijo nace muerto. Sin embargo, juntos salen adelante. Cada aniversario celebran una fiesta infantil a la que invitan a cuántos niños conocen. Es como si en cada uno de ellos viviese un poco el hijo que no han podido tener. En una de estas fiestas, Roberto le regala unos costosos pendientes. Están en la cúspide de la felicidad. Ahora, por fin, Hilda puede caer desde lo más alto. El chantajista exige cincuenta mil pesos que Hilda deberá llevarle a su casa esa misma noche. Volvemos al prólogo de la película, al momento en que la mujer regresa a casa y quema en la chimenea las cartas comprometedoras. Sólo entonces, mediado el metraje, el guión vuelve a sujetarse al relato de William Irish. Durante el forcejeo para evitar que Luciano la besara, Hilda ha perdido un pendiente. Tiene que volver allí y, cuando lo hace, descubre que Luciano está muerto y que el hombre al que debía entregar el dinero la encañona con una pistola. A partir de aquí, Klimovsky recrea continuamente el clima de paranoia en el que vive Hilda a base de sombras expresionistas, escaleras y corredores con fugas amenazantes, angulaciones violentas y movimientos de cámara que suelen terminar en el rostro de Mirtha Legrand con los ojos desmesuradamente abiertos. Al contrario que la heroína hitchcockiana –rubia, gélida-, que, en principio, parecía servirle de modelo, Klimovsky y su estrella optan por una interpretación que más parece la ilustración de la portada de una novelita pulp.