El gran amor del conde Drácula (1972)

El gran amor del conde Drácula (Javier Aguirre, 1972)

Javier Aguirre dirige esta puesta al día del mito de Drácula en la que cuatro mujeres y un hombre aceptan la hospitalidad del doctor Marlowe (Paul Naschy) en un sanatorio de los Cárpatos. El doctor es un hombre taciturno y solitario que únicamente sale por la noche. Desde el principio muestra interés por la virginal Marlene (Haydée Politoff), pero sus acompañantes (Rosanna Yanni, Mirta Miller e Ingrid Garbo) han caído víctimas del vampiro. Aunque la intriga sobre si el conde Drácula y el doctor tienen la misma identidad no se sostiene ni un solo segundo, durante la primera hora de pelicula, Javier Aguirre demuestra conocer el vademecum del género: ralentís, imágenes en negativo, inversión de la marcha, panorámicas del vampiro y su amada a un espejo en el que él no aparece... todos los recursos del fantástico procedente de Gran Bretaña e Italia se disponen con cierta corrección. Luego, cuando las tres mujeres se han convertido en vampiras y el rito mediante el que el Príncipe de la Noche pretende hacer revivir a su hija se complica más y más, el interés se va diluyendo y la inadecuación del físico de Naschy para el papel se hace patente, por mucho que algunos planos hayan sido concebidos a imagen y semejanza de los de Chrstopher Lee en Dracula, Prince of Darkness (Terence Fisher, 1966). La preceptiva doble versión con desnudos de las actrices tampoco ayuda a mantener un ritmo sostenido.

No obstante, el carácter profundamente romántico -y conservador- del personaje titular suponen novedades que hacen pensar en una intervención no acreditada de Naschy en el guión, toda vez que las características atípicas del vampiro provienen de la naturaleza también cambiante del licántropo Waldemar Daninsky.