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Un boxeador regresa de una breve condena a su casa en el barrio latino de Nueva York para enterarse de que su mujer está embarazada del novio de su hermana.
Verbena trágica (Charles Lamont, 1938)
El millonario español Jaime del Amo crea en Los Ángeles la productora Cantabria Films en 1937 para realizar producciones destinadas al mercado hispano, una vez que hasta Fox Films ha desistido de esta práctica y aprovechando la presencia en Latinoamérica de un buen número de intérpretes españoles que han salido de España a consecuencia de la Guerra Civil. Su primera producción es La vida bohemia (Josef Berne, 1937), a partir de una adaptación de José López Rubio de la novela de Henri Murger protagonizada por Rosita Díaz Gimeno, que había logrado huir de España después de ser condenada a muerte y, probablemente, canjeada por algún militar sublevado.
La segunda y última producción de Cantabria Films es esta Verbena trágica, un melodrama ambientado en el Harlem hispano durante la celebración del 12 de octubre, el Día de la Raza. Mamita Vargas (la cubano-española Pilar Arcos) tiene tres hijos. El mayor es Mateo (el mexicano Fernando Soler), un campeón de boxeo que, a consecuencia de una riña con un guardia, ha terminado en prisión. Durante su ausencia, Blanca (la cubana Luana Alcañiz, sobrina de Pilar Arcos), la mujer de Mateo ha quedado embarazada de Claudio (el filipino Juan Torena), novio de la hermana de Mateo (la puertorriqueña Cecilia Callejo). Pero Mateo sale de prisión inesperadamente, coincidiendo con la verbena que tan a conciencia a preparado un gallego, propietario del bar Madrid (el toledano Romualdo Tirado). Como contrapunto a la fiesta callejera, en el interior del piso de Mamita se fragua la tragedia a medida que Mateo va desentrañando lo ocurrido en su ausencia.
La multiplicidad de orígenes de los intérpretes persiste desde los primeros tiempos del cine sonoro fabricado en Hollywood para el mercado hispano. En esta ocasión se han intentado neutralizar los acentos dentro de lo posible e, incluso, se ha insistido en dotar de raíces andaluzas a Mamita y gallegas a Pérez, el dueño del bar, lo cual no impide que en la canción "Gitanerías", cantada por la primera, hay más alusiones a Cuba que a Andalucía. La otra disonancia se produce con la realidad demográfica del Harlem hispano, poblado en su mayoría por puertorriqueños emigrados gracias al estatus de Estado Libre asociado que Puerto Rico mantiene con Estados Unidos. Estas contradicciones quedan aún más patentes en las escenas rodadas en exteriores, donde la música y los bailarines sí que se incardinan más en esta realidad.
La hibridación afecta también al argumento, obra de la escritora Jean Bart, en el que la figura cardinal de la madre y el conflicto planteado están más próximos al melodrama mexicano contemporáneo que a las realidades sociológicas del barrio o del país de origen de los protagonistas.
Charles Lamont, que figura como único director, era un realizador curtido en el slapstick silente y en cientos de productos de facturación rápida, generados en los pequeños estudios angelinos del denominado Callejón de la Pobreza. Cumple su cometido con pundonor y eficacia. Si acaso, abusa de un movimiento de cámara que atraviesa el muro que separa el salón de la cocina de Mamita, en un alarde de puesta en escena que, si bien puede resultar oportuno como rasgo distanciador en una comedia, en el melodrama pone en evidencia la naturaleza artificial del decorado.