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Un joven estudiante, comprometido con su prima, parece dispuesto a seguir la senda de golfería que ha marcado su padre. Mientras tanto, en el pazo de Armental, sufren las dos mujeres.
GÉNERO: Drama
Sabela de Cambados (Ramón Torrado, 1949)
Eduardo (José Mistral) marcha a estudiar a la universidad compostelana. En el pazo de los marqueses de Soñeiro, queda su prima Tonucha (Amparito Rivelles), enamorada perdidamente de él. También su madre, Sabela (María Fernanda Ladrón de Guevara), a la que el marqués (Rafael Bardem) desatiende desde hace tiempo con sus continuos viajes a Madrid y la frecuentación de su prima Julia (Margarita Alexandre).
De América vuelve Juan de Mourente (Fernando Fernandez de Córdoba), que partió a la emigración para conseguir fortuna que le hiciera digno de Sabela. En cambio, no regresa Eduardo, enamoriscado de una cantante. La visita de Juan y Tonucha a Santiago de Compostela logra que Eduardo se comprometa con su prima, pero Mercedes (Carolina Giménez), vecina del pazo, no deja de coquetear con él. Y así, en este doble juego de mujeres abandonadas -la marquesa y su marido ausente, dispuesto a pignorar el pazo, y los de Eduardo con cuanta chica mona se le pone a tiro al mes de casado- se va desarrollando la intriga.
Sabela de Cambados puede considerarse la cumbre del torradismo cinematográfico. El argumento de Adolfo Torrado se ciñe a una sentimentalidad melodramática que termina ahormándose a la ortodoxia de la tradición después de haber bailado al son del boogie-woogie. Truculencias familiares, hijos que siguen los malos pasos de sus progenitores, mujeres sufridas por cuenta de otras interesadas y casquivanas, chistes en lengua vernácula, redención y perdón… Todo cabe en este drama en el que los excesos melodramáticos quedan siempre suavizados por el buen gusto. Por su parte, Ramón Torrado se dedica a exaltar su tierra a base de romerías y bailes populares, sin excesos de estilo, sin grandes alharacas en la dirección de actore, repartiendo con buen criterio el juego entre los secundarios –Xan das Bolas, Félix Fernández…-. Cine popular, en fin, cuyo moralismo impide que hoy pueda uno disfrutar de él como sin duda lo hicieron los espectadores en su tiempo.