La patota (1960)

La patota (Daniel Tinayre, 1960)

Hay en el trabajo conjunto de Daniel Tinayre y Eduardo Borrás una voluntad polémica que los aproxima a lo que contemporáneamente hacían en Gran Bretaña Basil Dearden y Michael Relph o en Estados Unidos Otto Preminger: ese estar a la altura de lo que la censura es capaz de admitir en cada momento con la justificación de una envoltura formal de primer orden. Es evidente que la operación pretende alcanzar a capas amplias de público estimuladas a pasar por taquilla gracias al escándalo suscitado por el estreno. Sin embargo, lo que en los británicos tiene una evidente intención de reforma social sin poner nunca en entredicho la idoneidad del sistema que sustenta a esa misma sociedad y que sirve de humus a las lacras expuestas, y lo que en el austriaco.estadounidense se traduce en un pulso personal con el sistema de autorregulación de la industria hollywoodense, deviene en el caso del franco-argentino en un batiburrillo ideológico cuyo principal objetivo parece ser el suplicio de la protagonista femenina. En el caso de La patota este hecho resulta especialmente significativo porque la víctima de una violación colectiva es la mujer del director: Mirtha Legrand.

La actriz encarna a una joven profesora, recién egresada de la carrera de Filosofía. A pesar de la oposición de su estricto padre, ella decide trasladarse a un barrio marginal para dar sus clases. Prefiere que su prometido, un joven de su misma clase, con una prometedora carrera como médico por delante, no vaya a recogerla. Una noche, camino de la estación es asaltada por una patota, un grupo de gamberros que pensaban que estaban violando a una vecina. Sin embargo, la joven se sobrepone a su desgracia y decide seguir dando clase… precisamente a los chicos que la han forzado. La situación se vuelve insostenible cuando descubra que está encinta y decida llevar el embarazo adelante.

A pesar de la influencia evidente de The Blackboard Jungle (Semilla de maldad, Richard Brooks, 1955) –incluso en la actuación musical de Billy Caffaro y su “Pity, Pity”, que cumple la función de catarsis rockanrollera del “Rock Around the Clock” de Bill Haley-, el guión de Eduardo Borrás reúne suficientes características autóctonas como para resultar original. El sacrificio de la mujer se atiene a los principios dictados por la moral católica, aunque ésta resulte contraria a la hipocresía que invocando esa misma doctrina lleva a la directora del instituto a expulsarla de su puesto de trabajo.

Borrás era un catalán exiliado en Argentina tras la Guerra Civil española, que colaboró repetidamente tanto con Tinayre como con Hugo del Carril, dos directores afines al peronismo, concibiendo para ellos este tipo de asuntos de preocupación social que abogaban por ciertas reformas sociales, aunque en el caso de las películas de Tinayre las soluciones son siempre individuales, nunca colectivas, vaciando así de carácter conflictivo unas tramas que podrían haber tenido de otro modo consecuencias en la taquilla. En La patota, se ha buscado incluso un deus ex machina tranquilizador para el espectador burgués, consciente, mejor católico -como el centro en el que da clases la protagonista- aunque ello suponga la expulsión del relato de quien hasta ese momento lo había contado todo en primera persona. Esta ausencia de sutura narrativa explica mejor que ningún otro recurso la debilidad medular de la película.

En 2015 Santiago Mitre y Mariano Llinás adaptaron el guión a la actual situación argentina.