Orgullo (1955)

Orgullo (Manuel Mur Oti, 1955)

La señora Mendoza (Cándida Losada) lleva la hacienda familiar con mano de hierro. La enemistad con los Alzaga es proverbial y cuando un potro cruza la estacada que divide las dos propiedades por mitad del río, se le degüella sin contemplaciones.

Esta costumbre le resulta a su hija Laura (la brasileña Marisa Prado) -recién regresada de París después de diez años- tan cruel como inhumana. Del otro lado de la linde está Enrique Alzaga (el también brasileño Alberto Ruschel), con el que compartía banco en misa cuando eran críos. Aunque la madre hubiera deseado que se hubiera traído un novio de fuera, pronto se hace evidente que la atracción entre Laura y Enrique es mutua. Su relación pone en entredicho la querella entre las dos familias, basada en un orgullo que el padre de él (Enrique Diosdado) y la madre de ella deberán dejar de lado para que sus descendientes conozcan un futuro feliz.

Sin embargo, la tierra parece rebelarse. La sequía, causante del anterior conflicto, regresa en la noche en la que Laura y Enrique van a celebrar su boda. Los vaqueros de ambas familias bajan al valle en busca de agua y se enfrentan violentamente por la supervivencia del ganado. A partir de este momento Laura emprenderá una dura travesía para encontrar agua.

Mur Oti adopta los modos del western psicológico coetáneo y los combina con su proverbial ojo para incorporar la naturaleza como motor y espejo del relato. Las resonancias míticas de las que habitualmente echa mano están esta vez mejor integradas que en otras ocasiones y posiblemente ésta sea la razón por la que Orgullo pueda considerarse la cinta más redonda del director, aquella en la que sus férreos postulados formales no necesitan forzar la conducta de sus personajes para ceñirlos a una solución visual predeterminada.