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Ante un tribunal el doctor Bernard rememora los pormenores del caso de un asesino de niñas conocido como el profesor. Todo arranca cuando una cabaretera ve al criminal deshacerse de un cuerpo arrojándolo por una boca de alcantarilla.
GÉNERO: Intriga,Policiaco
El vampiro negro (Román Viñoly Barreto, 1953)
Sombras ominosas, angulaciones enfáticas, deformidades físicas que son reflejo de anomalías morales… Román Viñoly Barreto despliega todo el arsenal de recursos del expresionismo para recrear M (M, el vampiro de Dusseldorf, Fritz Lang, 1931), que en Argentina se tituló precisamente “M, el vampiro negro”. Idéntico argumento y escenas tomadas del original: la niña colocada ante un escaparate como objeto de deseo, el vendedor callejero ciego que lo identifica por la melodía que silba, los miserables que se conjuran para atraparlo.
Se renueva la línea melodramática, al presentar a un investigador, el doctro Bernard (Roberto Estrada), casado con una mujer que no puede tener hijos e interesado más allá de lo estrictamente profesional en una testigo, la cabaretera Amalia (Olga Zubarry). Ella es madre soltera y, para pagar la educación de su hija, trabaja en un antro regido por Gastón (Pascual Pelliciotta); un viejo conocido de la policía por tráfico de estupefacientes. Al final, la hija de Amalia terminará en manos del asesino (Nathán Pinzón) con lo que el círculo del destino melodramático se cierra.
Por el camino se pierde la ambigüedad moral del argumento de Lang y Thea von Harbou. No son los propios delincuentes quienes juzgan al vampiro, hartos del cerco policial al que se ve sometida la actividad criminal en la ciudad, aunque sí los que lo atrapan. Pero la causa parece aquí el simple horror ante el asesino de niñas y la familiaridad con el subsuelo, ese alcantarillado donde la historia comienza y finaliza.
Citas literales y evidentes, por tanto, de The Third Man (El tercer hombre, Carol Reed, 1949), como también las hay de Frankenstein (El doctor Frankenstein, James Whale, 1931), cuando el monstruo arroja a la niña al lago. A pesar de todo ello, los créditos atribuyen el argumento y el guión en exclusiva al propio Viñoly Barreto y a Alberto Etchebehere.