Tormento (1974)

Tormento (Pedro Olea, 1974)

Sobre Tormento pesan hoy las reputaciones de Luis Buñuel y del propio Olea.

La de Buñuel, porque al tomar como protagonista a Paco Rabal, es inevitable que se extienda sobre ella la sombra de Nazarín y Viridiana, dos de las tres adaptaciones de la obra de Galdós que Buñuel supo hacer enteramente suyas.

La del propio Olea, porque Pim, pam, pum... fuego (1975), realizada el año siguiente y de nuevo con Concha Velasco encabezando el reparto se convierte en un retrato mucho más feroz e incisivo de las relaciones interclasistas que el director quiere exponer en Tormento.

"Tormento" es el nombre que le ha puesto a Amparo (Ana Belén) el cura Pedro Polo (Javier Escrivá), perdidos el norte y la fe, por una pasión que lo condena. Pero Amparo, acogida como criada en casa de sus parientes los Bringas (Concha Velasco y Rafael Alonso), parece resignada a olvidarlo y entrar en un convento, como quiere su prima Rosalía.

La llegada del primo Agustín (Paco Rabal), indiano enriquecido, excitará la codicia de Rosalía, que buscará el modo de vengarse cuando descubra que el primo pretende casarse con Amparo.

Tormento le valió múltiples reconocimientos a Concha Velasco. No es para menos. Su recital de insidias, codicia, bajeza moral e inquina, la emparejan con las grandes malvadas que el cine ha dado. Su salmodia final al darse cuenta de que ha perdido la partida -¡Puta, puta, puta, puta...!- sigue siendo uno de los momentos memorables de la historia del cine español.