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A mí que me importa que explote Miami / ... y a mí que me importa que explote Miami (Manuel Caño, 1976)
El argumento de esta coproducción de circunstancias -hispano-colombiana, según la pensa, hispano-puertorriqueña para la administracuión española- es tan absurdo que acaso Buñuel le hubiera sacado auténtico partido. Andy, un cubano exiliado en Miami (Guillermo Álvarez Guedes) se casa, sin que sepamos muy bien por qué con María (Blanca Estrada), una joven aristócrata española. Pero la inflexible abuela de la chica (Trini Alonso) primero, la familia de Miami del marido luego y un extravagante pudor por parte de la novia finalmente impiden la consumación del matrimonio. Cuando por fin llegan al hotel de Cartagena de Indias, un artefacto nuclear estadounidense impacta en el culo de María, de tal delicadeza que eso evita una explosión. Desde ese momento la anatomía de la interfecta será declarada zona militar. A partir de ese momento, el ejérciro realizará un plano topográfico de la zona, medirá continuamente las radiaciones de acuerdo con el estricto protocolo que rige en estos casos y aislará a la víctima de su marido por el riesgo que su`pone el deseo para la seguridad internacional. Las autoridades militares deciden entonces trasladar a María a Miami. Andy viaja hasta allí y emprende una huega de hambre que cuenta con la solidaridad de todos los latinos.
Bajo la enseña de la crisis de los misiles cubanos de 1962, esta comedia desangelada, que en la versión que hemos podido ver ni siquiera alcanza el calificativo de "sexy", toca en uno de los tramos del inefable segundo acto el tema de la creciente presencia de latinoamericanos en Estados Unidos y su influencia en la política de Florida a través del voto; pero también están presentes la publcidad o la omnipresencia de la CIA en Latinoamérica. Un batiburrillo de digresiones que, con algo más de rigor a la hora de elaborar el guión, podrían haber dado lugar a una modesta propuesta sobre la frustración del deseo masculino, limitado al del voyeurismo cuando Andy se vea obligado a acceder al cuerpo de su mujer únicamnte mediante representaciones militares de su anatomía o a través de unos binoculares.