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Un detective privado recibe dos encargos cuya investigación le llevará a descubrir una trama de corrupción política.
GÉNERO: Intriga,Política
Zapico (Rafael Bernases, 1996)
Los títulos de crédito sitúan Zapico en un momento concreto de la historia de España: la última legislatura de Felipe González, la del "váyase, señor González". Unos jóvenes realizan una pintada y son perseguidos por policías armados con porras. La pintada reza: "Zapico, felipismo, última fase del franquismo". Al parecer, la desaparición del personaje ficticio titular asimilaría las consecuencias de la corrupción política en la España post-1992 con la represión durante la dictadura. Y éste es el sentimiento que embarga a los estudiantes cuyos padres pedían veinte años atrás libertad y amnistía. Y su justa indignación es reprimida por las fuerzas de orden público bajo la responsabilidad del ministro de Interior, supongamos que José Luis Corcuera.
Producida por Rafael Bernases Romero, responsable de la agrupación de figurantes del Sindicato vertical, y su hijo Carlos Bernases, titular de una agencia del mismo ramo y futura mano derecha de Enrique Cerezo en la producción cinematográfica, escrita y dirigida por su otro hijo, Rafael Bernases, buscando inscribirse en una tradición de neo-noirs críticos como El arreglo (José Antonio Zorrilla, 1983) o Matar an Nani (Roberto Bodegas, 1988), pero deudor de El crack (José Luis Garci, 1981) en su utilización de planos-almohadilla de Madrid para realizar las transiciones entre secuencias y en su voluntad de imbricar en la realidad española a un detective hard-boiled, Zapico es una filípica antifelipista en el momento en que el PP de José María Aznar está a punto de llegar al gobierno.
En cuanto a la trama en la que se ve envuelto el ex-policía Luis Durán (Joaquín Hinojosa) para averiguar quién está detrás del asesinato del empresario Juan José Azcona (Mario Martín) y el actual paradero de un viejo desaparecido, resulta tan morosa como escasamente espectacular. El antagonista de manual es el comisario Arias (Chete Lera), amante de la mujer de Azcona, capitoste de la policía democrática y responsable de la expulsión de Durán. No menos tópico resulta el personaje de Ana (Patricia Adriani), ex-amante del policía caído en desgracia, que ha seguido en el cuerpo y que ayudará al detective desde dentro... O no, porque las femmes fatales es lo que tienen. Como era previsible, las dos líneas de investigación acaban confluyendo en una trama de corrupción económica que afecta al Ministerio del Interior, a la venta de armas a Marruecos y a la cúpula del gobierno, pero el escepticismo final de Durán poco tiene que ver con el de Sam Spade.