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Una modelo de una casa de costura es confundida con una condesa y pasa unos días en Estoril en casa de una millonaria, uno de cuyos hijos la ha aestado cortejando.
GÉNERO: Comedia
Una gran señora (Luis César Amadori, 1959)
Irene López Heredia y Mariano Asquerino estrenan en 1931 la comedia de Enrique Suárez de Deza Una gran señora. En su autocrítica explica el comediógrafo hispano-argentino sus intenciones: "He procurado escribir una comedia suave, risueña y limpia, de tono agradable y ligero. Comedia blanca, muy sencilla, a la que he querido dotar de cierta alegría de hoy". [ABC, 15 de octubre de 1931.] Probablemente fuera esta limpieza de intenciones lo que propició su reposición en la posguerra por la compañía de Josita Hernán. Cuando se organiza su adaptación cinematográfica, será la argentina Zully Moreno la encargada de asumir el personaje titular, una modelo de una casa de alta costura llamada Charo pero a la que por su aparriencia señorial todos llaman "la condesa". La da la réplica femenina Isabel Garcés, primera actriz del teatro Infanta Isabel durante décadas y debutante en la pantalla, en el papel de lady Chrysler, una excéntrica millonaria. Ésta confunde a Charo con una auténtica aristócrata y la invita a su casa de Estoril, pero como la casa de modas de madame Rasy (Yvette Lebon) está al borde de la bancarrota, ésta decide apoyar la superchería con toda su colección a fin de que lady Chrysler invierta unos cuantos millones que le sobran en la empresa.
En una doble pirueta de falsas identidades, Charo ha sido cortejada en su condición de trabajadora por el misterioso Adolfo (Alberto Closas), con el que se encuentra en casa de lady Chrysler convertido en un petimetre y con el nombre de Willy. Además, parece no reconocerla. El enredo se prolonga a lo largo de todo el segundo acto y culmina de nuevo en Madrid cuando Charo descubra que Adolfo y Willy son gemelos, que el primero había renunciadoa su título para ganarse la vida tocando el violín y que el segundo no está dispuesto a renunciar a su amor. Es en este último acto cuando el insostenible (y sostenido) embrollo que alimenta los sueños de Charo desemboca en un auténtico final de screwball comedy, que hubiera precisado de un ritmo más rápido y con la habilidad de un Lubitsch, un Leisen o un La Cava.