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Francisco de Asís peregrina a Santiago de Compostelo y decide fundar un convento en Galicia.
GÉNERO: Religión
Cotolay (José Antonio Nieves Conde, 1966)
En 1965, en vía muerta la filmografía de preocupación social y formal que le interesaba, Nieves Conde acepta hacerse cargo de la dirección de esta nominalmente coproducción hispano-italiana con apenas treinta días de preparación y un guión que no le gusta. Acomete así, como buenamente puede, la dulcificación de la leyenda gallega de Cotolay, el carbonero que ayudó a Francisco de Asís a fundar en Galicia el primer convento de la orden en el siglo XIII, según un guión de Luis Antonio Ruiz Carricajo que el año anterior había obtenido el segundo premio en el concurso convocado por el Sindicato Nacional del Espectáculo. La cinta nace, de este modo, con todos los parabienes oficiales, pero escaso interés por parte de su principal artífice, que ha recibido un reparto ya cerrado y un proyecto que va modificando conforme avanza el rodaje con la asistencia del ayudante de dirección Luis Ligero.
Más allá de la lícita ideación, la documentación histórica se ve alterada para que el personaje de Cotolay sea interpretado por un niño (el francés Didier Haudepin) cuyo punto de vista debería transmitir al espectador la fascinación por el santo de Asís (un poco convincente Vicente Parra) y sus compañeros de peregrinación a Santiago: el cofundador de la orden Bernardo de Quintaval (Luis Bastida) y el entusiasta y fornido Juan de Florencia (Conrado San Martín). Los tres llegan a Compostela en peregrinación, conocen al maestro cantero Mateo (José Bódalo), que está rematando el pórtico de la Gloria, se instalan en un campamento de leñadores en monte Pedroso por mediación de Cotolay y allí recibirá Francisco la orden divina de abandonar la mendicidad itinerante y crear un convento. Cotolay, como instrumento de la providencia divina, se encarga de conseguir meditante añagazas la piedra de maese Mateo y que los leñadores la acarreen hasta el terreno que les ha sacado a de los benedictinos.
Algunas ideas visuales —la carrera con las piedras, los monjes en círculo para acotar el terreno que Cotolay les ha sacado y que parece provenir de The Thing (El enigma de otro mundo, Christian Nyby y Howard Hawks, 1951)...— justifican el talento de Nieves Conde en la realización de esta hagiografía, una más de las que proliferaron en el cine español de la década de los sesenta.