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Una cantante cubana viaja con su madre a España para triunfar como cupletista.
GÉNERO: Erotismo,Historia,Música
La Coquito (Pedro Masó, 1977)
Joaquín Belda publicó en 1916 una de las novelas eróticas más populares de su tiempo, La Coquito. Novelaba en ella la biografía de Consuelo Portela "La Chelito", disfrazando apenas su nombre al bautizar a su protagonista com Adela Portales. También ésta tenía una madre que regentaba un teatro en un barrio popular -el Salón Nuevo en la calle Cabestreros-, como La Chelito tenía su reino en el Chantecler de la plaza del Carmen. Donde corría ya desbocada la pluma de Belda era en la ideación de escenas eróticas de alto voltaje entre las que destaca la desfloración del estudiante Julio, tras una contundente sesión de sadomasoquismo, gracias a un artilugio alemán que La Coquito se ciñe a los riñones con dos cintas de seda.
Cuando acomete la adaptación de la novela en 1977, la idea de Pedro Masó es bien distinta. Compone junto a Antonio Vich una viñeta erótica al gusto del momento en cuyo centro sitúa a la modelo puertorriqueña de diecisiete años Iliana Ross. La excusa argumental es de nuevo, la de El último cuplé (Juan de Orduña, 1957). Empujada por su madre (Amparo Rivelles) a vender su carne joven siempre al mejor postor, La Coquito busca el amor ideal, mientras en el escenario canta las delicias de "La regadera" y "El molinillo", se busca "La pulga" y recrea, vestida de odalisca, los cantables equívocos de La corte del faraón. Masó y Vich retrasan la cronología de la novela para darle una pátina histórica y, por ende, prestigiosa, a los lances erótico-musicales. Julio (Fernando Allende), el estudiantillo sin posibles, se convertirá así en un militante socialista partirdario de Francisco Largo Caballero, y denunciado por un rival amoroso como responsable del magnicidio de Eduardo Dato en 1921. Si la ideología brilla por su ausencia -algo que tampoco se le pedía-, también lo hace el arco dramático, sin que nunca lleguemos a comprender la causa de la reunión final de Adela y Julio porque no produce la más mínima gratificación en el espectador conforme al desarrollo de la historia. Además, el resto de los personajes desaparecen de la trama cuando ya los libretistas consideran que el metraje está completo y la ambientación histórica tiene ese regusto "camp" tan frecuente en el cine de la época
En cualquier caso, se trataba de forjar una coproducción hispano-mexicana, con localizaciones y protagonista puertorriqueñas, que cubriera las expectativas del gran público latinoamericano, lo que se logró no sólo por la elección del reparto, sino gracias a la distribución de Warner Bros. La cinta fue un gran éxito en los tres países implicados y, al parecer, también entre la comunidad de latina de Nueva York.