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El alcalde un pequeño pùeblo cuyo equipo de fútbol siempre pierde contra el de la villa vecina hace que erijan en la plaza una estatua con su efigie.
GÉNERO: Comedia
La estatua (José Luis Gamboa, 1958)
La rivalidad futbolística entre el San Martín del Pino y el Peña Vieja es legendaria. Los partidos terminan siempre a pedradas y puñetazos, pero eso se va a acabar porque a San Martín ha llegado Jiménez, un árbitro absolutamente inflexible que no le teme a nada. De todos modos, no es lo único que se dirime en el pueblo ese día porque el alcalde (Juan Calvo) ha encargado que hagan una estatua con sue efigie que se ha de levantar en la plaza junto al pino centenario, ya que el rodaje de exteriores se realizó en Alfàs del Pi. La inauguración, tras el fin del partido, genera una serie de tensiones entre las fuerzas vivas y los habitantes del pueblo. Por ejemplo, al párroco (Félix Dafauce) no le preocupa otra cosa que el fútbol. El delantero centro (Javier Armet) es el hijo del alcalde, que quiere casarlo con la hija del usurero local. Sin embargo, él está enamorado de María (Hebe Donay), la semisalvaje guardabarreras a la que le gusta echar carreras con el expreso a ver quién llega antes al paso a nivel y si consigue echar la cadena. Para colmo, el usurero va a despojar a su padre de sus tierras y pretende que el hijo del alcalde se case con su hija Adela (Alicia Altabella), que va camino de quedarse para vestir santos. Ésta le hace tilín a don Marcos (Roberto Camardiel), el veterinario, empeñado en lanzar un cañonazo contra las nubes a ver si llueve. Y luego están el tonto del pueblo (José Ramón Giner), el barbero / masajista (Antonio Riquelme), el eficacísimo y cumplidísimo empleado del ultramarinos (Perico Beltrán) y un borrico que se llama "Romero" y que rebuzna como riéndose de cuanto hay de petulante en la vida local.
No es difícil buscarle los ancestros a La estatua en la plétora de cuentos morales que sieguieron a Bienvenido, míster Marshall (Luis G. Berlanga, 1953) y a Calabuch / Calabuig (Luis G. Berlanga, 1956); cintas como El hombre del paraguas blanco (Joaquín Luis Romero Marchent, 1958) o ¡Aquí hay petróleo! (Rafael J. Salvia, 1956), en la que Bengoa ejerce de ayudante de dirección. Otra cosa es el errático libreto de Leonardo Martín —coguionista de la citada Calabuch— y de su compañero de aulas en la especialidad de Dirección en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas el poeta Joaquín Gurruchaga. El impulso dramático se pierde en una serie de escenas corales que no terminan de ensamblar unas con otras.
Las cosas no debieron ir muy allá porque la película tiene un pase en Madrid en noviembre de 1958 en el cine-estudio Fomento de las Artes y no vuelve a aparecer en la cartelera hasta mayo de 1961 en Palma de Mallorca y dos años más tarde en un cine de Sevilla. Ni en la prensa madrileña ni en la barcelonesa queda rastro de su estreno y mucho menos una reseña. En 1989 la cinta inauguró el primer Festival de Cine de Alfàs del Pi, la localidad donde se había rodado hacía más de tres décadas.