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El Santo debe proteger a la hija de un científico de un intento de secuestro por parte de unas vampiras.
Santo vs. las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962)
Santo contra las mujeres vampiro tuvo el honor de ser presentada en un ciclo retrospectivo de cine de terror organizado por el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en 1964, compartiendo pantalla con clasicos como Nosferatu (F. W. Murnau, 1924), Dracula (Drácula, Tod Browning, 1931), King Kong (Shoedsack y Cooper, 1933) o la también mexicana El vampiro (Fernando Méndez, 1959).
No es extraño, porque Alfonso Corona Blake se mantiene durante los quince primeros minutos de metraje en el estricto terriotorio del gótico azteca: criptas llenas de ataúdes, telarañas, murciélagos, sarcófagos que se abren con un chirrido siniestro para proporcionarnos el escalofrío de contemplar como las mujeres vampiro vuelven a la vida... Tundra (Ofelia Montesco), su bella sacerdotisa, invoca al Maligno y a la blanca Selene, para resucitar a tres goliats que doscientos años atrás fracasaron en su empeño de secuestrar a una mujer que debe ser la sucesora de Zorina (Lorena Velázquez), la reina de las mujeres vampiro. Ahora, su descendiente Diana Orloff (María Duval) ha sido elegida como nueva víctima sacrificial. El profesor Orloff (Augusto Benedico), conocedor de la profecía, pide ayuda al Santo cuando éste se encuentra celebrando un combate por parejas —su compañero es Black Shadow y sus contincantes Cavernario Galindo y Ray Mendoza— filmado con el suficiente detenimiento como para que nos hagamos a la idea de lo que podía ser un espectáculo de este tipo a principios de la década de los sesenta. El otro combate en el cuadrilátero, ya cerca del final, lo enfrenta a su amigo y guionista, Fernando Osés, caracterizado en esta ocasión como el Enmascarado Negro, el cual, una vez el Santo le arrebata la capucha se revela como hombre lobo capaz de transformarse en murciélago por mor de su condición vampírica.
También se apunta en esta ocasión que un antepasado del Santo salvó a la tataratatarabuela de Diana y que el luchador es sólo un eslabon más en la cadena de justicieros enmascarados que luchan por el triunfo del Bien en un mundo que ha desatado las fuerzas del Mal, lo que en este momento, con la crisis de los misiles cubanos en el ambiente, equivale a la guerra atómica.