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Un sabio loco resucita a una vampira que ha hjurado venganza contra el Santo.
GÉNERO: Acción,Fantástico
La venganza de las mujeres vampiro (Federico Curiel, 1970)
Aunque nada tenga que ver argumentalmente con Las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962), en la que unas vampiras comandadas por Zorina (Lorena Velázquez) secuestraban a la hija de un científico para desposarla con el misimísimo Maligno, La venganza de las mujeres vampiro aprovecha el título de aquélla para postular una continuidad en las aventuras del Enmascarado de Plata.
La película arranca en un ambiente gótico plenamente hammeriano. El corazón de la condesa Mayra (Gina Romand), cuyo sarcófago ostenta un murciélago en lugar de una cruz, es atravesado por una estaca. Siglos después, en la actualidad, el doctor Brancov (Víctor Junco) penetra en la cripta para hacerse con sus restos. Su laboratorio está dotado con monitores televisivos y frascos con órganos humanos en formol, líquidos humeantes, cuadros de fuerza con bombillas de colores y calaveras con velas. La misma promiscuidad conceptual a la que hemos asistido en la escena anterior cuando, a pesar de bajar de un moderno automovil, los ladrones de cadáveres han penetrado en el mausoleo alumbrándose con antorchas. Ante sus impertérritos esbirros, Brancov proclama su maléfico plan para que los espectadores sepan a qué atenerse en los siguientes ochenta minutos de metraje: resucitará a la condesa gracias a la sangre de una gogó (Patricia Ferrer) del cabaret La Muralla y aquélla convertirá en inmortal a un monstruo de su creación que aúlla en el sótano de su chalet. Aunque antes tiene que vengarse del descendiente de los que aniquilaron a la raza de los vampiros mexicanos: Santo, el Enmascarado de Plata. El Santo y su público lo tienen claro: "Los crímenes más tenebrosos, más sádicos y repugnantes, son cometidos por individuos cuyo nivel cultural está muy por encima del término medio". Escéptico ante la ciencia, dispuesto a aceptar lo irracional como parte fundamental del ser humano, el luchador será el único en intuir la auténtica naturaleza del enemigo al que deben enfrentarse.
La subtrama de la periodista intrépida (Norma Lazareno), novia del teniente de policía (Aldo Monti) centra la incorrección política para los estándares actuales. Cuando ella pretenda seguir al Santo en una de sus incursiones nocturnas en la guarida del enemigo, el teniente le ordena que no lo haga. Ella replica que sólo le obedecerá cuando sea el padre de sus hijos. El teniente amaga un cachete y le advierte de que está agotando su paciencia, en tanto que el Santo -hombre al cabo- sonríe complaciente bajo su máscara.
Una vez más, los combates en el ring anclan la intriga fantástica a la realidad del entretenimiento cotidiano del público popular. Los espectadores del espectáculo de lucha lo animan a matar a su rival -el mítico Cavernario Galindo- y le piden que ejecute sus llaves favoritas: "¡La de a caballo, Santo, la de a caballo!".