Cerebro del mal (1958)

Cerebro del mal (Joselito Fernández y Enrique Zambrano, 1958)

A la altura de 1952, después de una década en el ring como profesional, Santo El Enmascarado de Plata (Rodolfo Guzmán Huerta) era tan popular en México que el editor José G. Cruz decidió lanzar una especie de tebeo/fotonovela de acción y aventuras protagonizado por el luchador. No obstante, su salto al cine no se produciría hasta seis años más tarde, cuando el también luchador Fernando Osés, apodado El Incógnito, le propone protagonizar dos películas cuyos guiones ha pergeñado él mismo. Las dos cintas se ruedan en coproducción con Cuba y en localizaciones naturales de la isla caribeña en vísperas de la entrada de Fidel Castro en La Habana.

En la misma ciudad y momento en que Guillermo Cabrera Infante sitúa la acción de Tres tristes tigres asistimos a la escena en que unos gánsteres armados con cadenas, puños americanos y navajas dejan fuera de combarte al Santo, un agente de policía -que patrulla enmascarado, con mallas y el torso desnudo- y lo conducen al laboratorio del doctor Campos (Joaquín Cordero). Éste, gracias a un inyectable  y a unos electrodos conectados al cerebro del aagente, consigue apropiarse de su voluntad. Es así como un Santo de movimientos simiescos participa en el secuestro del doctor Lowell, uno de los científicos internacionales que está investigando con Campos sobre "la desintegración de la célula". Su superior, el teniente Zambrano (Enrique Zambrano), debe resolver el caso de la desaparición de los científicos y la aparente traición de uno de sus mejores agentes. Para ello envía al laborartorio al Incógnito (Fernando Osés), otro luchador enmascarado, quien tras pelear contra el santo consigue inocularle el antídoto que lo devolverá a las huestes del Bien. Mientras tanto, en su afán por dominar el mundo, el doctor Campos obliga a un banquero a robar su propia cámara acorazada y secuestra a  la novia de su ayudante (Alberto Insuá), Elisa (Norma Suárez), de la que está enamorado como un colegial. ¿Lograrán los agentes enmascarados que el doctor no venda la fórmula secreta a una potencia extranjera?

Rodada back to back con Santo contra los hombres infernales (Joselito Fernández, 1958) y no estrenada hasta dos años más tarde, dice la leyenda que los negativos salieron de Cuba en un ataúd sin haberse podido completar la producción, por lo que algunas escenas de Cerebro del mal se contratiparon para completar el metraje de su hermana gemela. No obstante, las peleas se reducen al mínimo y las escenas expositivas alternan con largas secuencias en las que los coches circulan por las avenidas de La Habana o los personajesentran y salen del Club Capri, el hotel Colina o el restaurante La Roca, en el bario del Vedado. El resto es puro folletín de acción, anclado en probadas fórmulas populares, al que la condición de enmascarados de los protagonistas, insertos sin complejos en entornos cotidianos, proporciona un hálito fantástico —como en el Fantômas (Fantomas, 1913) de Luis Feuillade— que se perderá un poco cuando Santo se enfrente a mujeres vampiro, extraterrestres o las mismísimas momias de Guanajuato.

Sin embargo, Fernando Osés, productor de algunas de estas cintas y argumentista y guionista de la mayoría de ellas, tenía clara la fórmula: “El cine de luchadores es un género nacido en México y que difícilmente desaparecerá; unas veces se hará en forma sencilla y en otras con un poco más de visión intelectual, pero mientras se respete su origen de ser una diversión familiar, sin leperadas, albures ni pornografía, siempre con su esencia de espectacularidad, acción y aventura, inclusive con el misterio de las máscaras, continuará como espectáculo de masas y familias. [José Luis Gallegos: “Fernando Osés gusta de filmar cintas de luchadores, ya que son de tema blanco”, en Excelsior, 18 de agosto de 1992. pág. 8.]