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Una mujer decide empezar una nueva vida en el sur de España, pero su hermana gemela aparece por allí con el pasado de ambas a cuestas.
GÉNERO: Intriga
Demasiado corazón (Eduardo Campoy, 1992)
El segundo thriller de los tres que Agustín Díaz Yanes escibió para Eduardo Campoy es un vehículo para el lucimiento de Victoria Abril como dos hermanas gemelas a las que sólo la muerte puede separar. Campoy -productor y director- cuenta para ello con la inestimable ayuda de los efectos visuales creados por Lew Andrew Wilson, el técnico que habñia duplicado a Jeremy Irons en Dead Ringers (Inseparables, David Cronenberg, 1988).
La excusa argumental separa a dos hermanas gemelas con una relación bastante turbia aunque los antecedentes nunca se nos darán. Ana ha decidido cortar y se marcha a Cádiz donde conoce a un chulo de playa, Antonio (Manuel Bandera), con el que inicia una relación. Mientras tanto, en Madrid, Clara, casada con un hombre maduro perteneciente a una familia prominente (Manuel Gil), deja que éste se electrocute en la bañera. De inmediato se traslada a Cádiz, dispuesta a recuperar la relación con su hermana, aunque no tardaremos en averiguar que esta relación es altamente nociva. Antonio, que creía ser el depredador, va a convertirse en víctima.
Afirmaba Campoy que la segunda mitad de la película se había reescrito sobre la marcha, a raíz de la evolución de los personajes durante el rodaje. Se nota. Y para mal. En el último tercio se acentúan los mecanismos del suspense -la secuencia de Antonio en la bañera es sintomática- pero proporciona tantas pistas al espectador que el interés se diluye sin que por ello aumente la empatía con ninguno de los personajes. Y es que ésta descansaba desde el principio en el enfrentamiento clasista entre ellos, presente en las relaciones asimétricas y contrapuestas de Ana con Antonio y de Clara con su marido. La apuesta por el artificio del suspense desactiva el planteamiento que ha sostenido la película durante los dos primeros actos y convierte su resolución en mera pirueta carente de emoción. De ahí que la sentida interpretación de "Te adoraré" -un bolero rumbero popularizado por Bambino en 1965- no constituya un final abierto como acaso se pretendía, sino la constatación de una frustración.