La casa sin fronteras (1972)

La casa sin fronteras (Pedro Olea, 1972)

Daniel (Tony Isbert) llega a Bilbao con intención de encontrar un trabajo. Se instala en una pensión y frecuenta la biblioteca, donde se encuentra con un afable anciano (José Orjas), que le propone que acuda a una reunión con gente importante, que podrá proporcionarle una buena colocación. Allí, una mujer enlutada (Viveca Linfords) le entrega una carpeta con la ficha personal de Anabel (Geraldine Chaplin), quien trabaja en una floristería próxima al cementerio. Cuando Daniel se da cuenta de que el dossier esta dirigido a Raimundo Barclay es demasiado tarde. "La casa sin fronteras", la organización que le ha encomendado localizar a la joven no se preocupa por esas minucias y el fracaso en la misión encomendada tiene como consecuencia una muerte espantosa.

Pedro Olea retoma el clima entre kafkiano y fantástico de su práctica de fin de estudios en la Escuela Oficial de Cinematografía, titulada precisamente Anabel (1964), basada en un relato de misterio del argentino Marco De Nevi, como este largometraje lo está en un uno del mexicano José Agustín. Pero si Anabel duraba media hora, La casa sin fronteras se desarrolla a lo largo de hora y media, lo que obliga a Olea y a José Antonio Porto, que escribe con él el guión, a desarrollar con cierta prolijidad el planteamiento. Algunos apuntes más o menos pertinentes -el prólogo, la sesión de espiritismo...- sirven a la creación de un ambiente de misterio, pero otros -la lectura del informe en cafés y clubs de alterne, la sobada escena onírica...- empantanan la narración, antes que proporcionarle aliento. El doble final circular es más propio también del formato corto que de un largometraje con una clausura satisfactoria. En la columna del haber, la elección de localizaciones y la fotografía de Luis Cuadrado.