Cadena perpetua (1979)

Cadena perpetua (Arturo Ripstein, 1979)

Un cobrador del Banco Mexicano de Fomento Comercial es atracado en plena calle por un par de ineptos. Uno de los asaltantes resulta muerto por disparos de la policía. La operación ha sido organizada por "Gallito" (Roberto Cobo), gracias al chivatazo de Javier "Tarzán" Lira (Pedro Armendáriz jr.), antiguo delincuente y empleado ahora del mismo banco, que ve peligrar su nuevo estatus de respetabilidad.

La estructura de flashbacks encadenados -que, además, nunca aparecen sintácticamente justificados- suponen precisamente la irrupción de dicho pasado en el presente de "Tarzán". Un trabajo cómodo, ligoteo con las secretarias, una familia a la que nunca veremos y la confianza de su jefe directo, que ha llegado a inscribirlo en su asociación colombófila, no impiden que su ayer de proxeneta, carterista y forzado regrese una y otra vez. Ese ayer tiene nombre propio. La némesis de "Tarzán" es el corrupto comisario de policía "Burro" Prieto (Narciso Busquets). Lo persiguió en el pasado hasta mandarlo a trabajar en las salinas como reo de robo y le propondrá un nuevo trato ahora que el dinero pasa habitualmente por sus manos. "Tarzán" deberá decidir si lo denuncia a sus superiores o acepta un chantaje que lo condena a una cadena perpetua de explotación del hombre por el hombre.

Una contundente película de Arturo Ripstein, que, sin renunciar a ciertas audacias formales, se pliega al retrato de sus personajes y aprovecha para denunciar el enquistamiento de la corrupción en todos los estratos de la sociedad mexicana. El final resulta tan bressoniano como demoledor.