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Siete Caras, un famoso delincuente perseguido por la policía, irrumpe en la mansión de un banquero durante la cena de Nochevieja. El astrólogo Crisantemus predice que podrá escapar porque el destino le protege. Luego, hace a los invitados una serie de predicciones letales que se cumplirán fatalmente.
GÉNERO: Intriga,Policiaco,Comedia
Siete muertes a plazo fijo (Manolo Alonso, 1950)
Mirta Aguirre valoraba así el papel pionero de Manolo Alonso en la cinematografía cubana a raíz del estreno de Siete muertes a plazo fijo: “Antes de este filme de Manolo Alonso, en Cuba había habido intentonas más o menos felices o desdichadas, algunas de ellas –Hitler soy yo (Manolo Alonso, 1946)- debidas al mismo Alonso; pero con Siete muertos a plazo fijo es que puede decirse que nace el verdadero cine cubano, concebido no como aventurilla fotográfica de carácter pintoresquista, sino como serio maridaje de industria y arte, negocio y ciencia, cuyo conflicto central se encuentra en el equilibrio entre las apetencias y las urgencias de taquilla de la producción y los imperativos de la técnica y las demandas de la estética. Problema dificilísimo para las cinematografías novatas y para el cual, hasta hoy, no habían apuntado en Cuba soluciones”.
Guillermo Cabrera Infante, crítico entonces de la revista “Carteles”, fue menos complaciente con la cinta, pero tanto él como “Titón” Gutiérrez Alea vieron en su siguiente producción Casta de roble (Manolo Alonso, 1953) un paso adelante en la creación de un auténtico cine cubano, no exento de resabios melodramáticos, pero con intención de aproximarse a la corriente realista que dominaba el cine europeo y parte del norteamericano.
En Siete muertes a plazo fijo tres compañeros de colegio se reúnen a celebrar la noche de fin de año: el padre Manuel (Juan José Martínez Casado), que colecciona almas, Fernando (Manolo Fernández), que acapara aplausos, y Esteban (Eduardo Casado) que atesora billetes de banco. Fernando está casado con Delia (Maritza Rosales), con la que comparte cabecera de cartel en los principales teatros y cabarets de La Habana, y Esteban con Elisa (Raquel Revuelta).
Pero al punto irrumpen en la casa dos personajes inesperados: el bandido “Siete Caras” (Alejandro Lugo) recién evadido de prisión, y el misterioso astrólogo Crisantemus –“por mi boca hablan los astros, vengo del fondo de la noche y traigo una enorme sed”- (Ernesto de Gali), que predice la muerte del bandido para el 19 de enero. Como por milagro y cumpliendo la previsión del astrólogo, “Siete Caras” consigue escapar de la policía sólo para morir en brazos de su madre 19 días más tarde.
A partir de ahí, el resto de los invitados –incluidos el detective que quería detener al bandido (Hugo Monte) y un empresario de pompas fúnebres (Alfredo Otero) que pasaba por allí- aguardará con distinto talante el cumplimiento de la profecía que sobre la muerte de cada uno de ellos hiciera Crisantemus en la noche fatídica.
La película alterna momentos dramáticos –la muerte de “Siete Caras” o el colpaso de la Bolsa-, con números musicales, algunas escenas de vodevil –como la llamada del reportero a Delia mientras ella atiende a unos compradores que el otro toma por amantes- y, sobre todo, abundantes dosis de humor negro por cuenta de Pantaleón Corona, el empresario de pompas fúnebres. El cóctel proporciona al conjunto suficiente dinamismo como para que la acción no decaiga.
Si en Siete muertes a plazo fijo la fotografía corría a cargo del argentino de adopción Hugo Chiesa, en Casta de roble contaría con la colaboración en este apartado del prestigioso operador español Alfredo Fraile. En el reparto, el quién es quién del firmamento radiofónico, del teatro popular y de la naciente televisión.
Circo Méliès